PSICOLOGÍA Y CRECIMIENTO PERSONAL

LA EFICIENCIA de  MI RENDIMIENTO

La Psicología bebe de mucha terminología del campo de la física. Quizás porque somos la máquina más perfecta del universo a pesar de que somos un compendio de “imperfecciones” que garantizan una mayor eficiencia y eficacia.  Es una contradicción: esa imperfección nos permite ser más flexibles y adaptativos a lo que nos ocurre.

Uno de esos términos es el rendimiento (eficiencia), que en física es el resultado de un cociente entre el trabajo útil y el trabajo realizado.  Como el numerador (lo que se divide: encima de la rayita) será siempre menor o igual al denominador (lo que divide al numerador: debajo de la rayita), nos dará una cantidad  menor que 1. Y lo  multiplicamos por 100 para que nos dé un porcentaje de “rendimiento”.

A las personas también se les aplica el concepto del rendimiento en distintos contextos o áreas: en lo educativo, en lo laboral, en lo deportivo.

 Hablar de rendimiento no sólo es hablar de “capacidades” y recursos personales (es inevitable acudir a  factores internos como el de la autoestima, la motivación, la autoconfianza, el autoconcepto, el locus de control, la creatividad, mi mundo emocional, nuestras condiciones físicas y cognitivas).  También  es hablar de lo externo: las características de la tarea (su dificultad, su significado, su accesibilidad), las dificultades o impedimentos del contexto, la forma en que nos relacionamos con el  mundo, los refuerzos y mensajes que recibimos,  los retos, los impulsos o lastres...

¿Cómo alcanzar un gran rendimiento?

Con la creatividad, por ejemplo. Grandes psicólogos la han investigado demostrando su alta correlación con el rendimiento.

La creatividad es el pensamiento divergente, donde se buscan alternativas novedosas pero válidas para lo que necesitamos. Bebe de soluciones posibles dentro de un marco de libertad, de no juicio limitante. Las personas creativas, suelen gozar de un alto rendimiento porque buscan acercarse a un objetivo explorando posibilidades y analizando respuestas.

La capacidad creativa proporciona al individuo posibilidades de desenvolverse en el mundo actual, tan dinámico y cambiante, de desarrollarse, de crear cosas nuevas, de solucionar problemas con los recursos disponibles; de adaptación y desde luego, de apertura.

Fortalecer o incentivar nuestro pensamiento creativo es una buena estrategia de favorecer nuestro rendimiento.

También la activación o la motivación influyen en el rendimiento comportándose como un impulso que nos acerca o aleja de nuestros objetivos y metas.

Trabajar lo que nos motiva y cómo es un buen paso para fomentar nuestro rendimiento.

En el equipo del rendimiento participan las condiciones físicas, las condiciones psicológicas, las condiciones técnicas y  los conocimientos desde la multidimensionalidad del individuo (somos cuerpo, mente, alma y corazón y somos seres sociales).  El rendimiento es aplicar tus capacidades de una determinada forma utilizando ciertos recursos.

Dado que todos los factores del rendimiento se pueden entrenar, mejorar y reforzar,  nos dan una visión optimista sobre la que  avanzar y acercarnos al éxito, entendido como un concepto con significado propio de valía y de amplias posibilidades.

 

QUÉ ES LO QUEREMOS SABER

El  fijarnos a lo emocionalmente negativo es un proceso rápido para el que nos ha preparado la naturaleza, como forma de sobrevivir a lo peligroso.  Una ruta que cuenta con ventaja por su rapidez y su accesibilidad. Se denomina a este proceso “sesgo de negatividad” y es lo que ha hecho que atendamos, como especie,  antes a lo peligroso y amenazante, si la activación cerebral es importante, que a  lo hedónico. En cambio, si la activación cerebral es moderada, nuestra predominancia puede ser hacia lo positivo y se denomina “desviación hacia la positividad”. Una ruta de “urgencia” de lo negativo ante altas activaciones emocionales, frente a otra de activación moderada hacia “lo positivo”.

Esto, sinceramente, es lo que podría marcar que atendamos mucho antes a las noticias con carácter marcadamente negativo, y nos cueste proponer soluciones o situaciones más positivas. ¿vamos a lo fácil? ¿qué queremos realmente saber?

 http://www.linkedin.com/groupItem?view=&gid=116981&type=member&item=264929588&commentID=155900347&report%2Esuccess=MMphT5RTov81K6ERtSM9EnJKxTpOk0n4CQtu3PC6NupwCnBxYcOiLcp8hgF8R1iSUPGM5Ibde9wu#commentID_155900347

 

LA MALA DE LA PELÍCULA: la creatividad

La creatividad hasta hace muy poco era una habilidad muy estigmatizada. Ser creativo era sinónimo de “farandulero” o “excéntrico” en su significado más peyorativo.  Aún recuerdo que en uno de esos test que  nos realizaban en la escuela, mis resultados sobre creatividad fueron muy altos. Y el mensaje que recibieron mis padres fue que “me podría dedicar con éxito al teatro o a la pintura”. Fue lo único que se mencionó a modo de “pobre criatura” sin darle ninguna importancia y relegando el resultado a un diagnóstico de fracaso.  Efectivamente, la pintura y el teatro, durante toda mi vida han tenido cierto protagonismo y un interés potente en mí. En eso sí que fue bueno el test.

Sin embargo, mi creatividad medida en la infancia, en mi etapa como adulta, fue una gran revelación. Se me presentó como una auténtica varita mágica “solucionadora” de problemas casi imposibles.

Como anécdota  recuerdo que durante mi etapa como cooperante en África recuperé el “único pantalón que tenía para pasar 6 meses” con un simple clip de  papelería. Mi cremallera había roto y no había arreglo posible en ese contexto. Pero me puse a explorar el material con el que contaba. Y surgió el famoso “clip”.

O como me elaboré en esos meses un traje de payaso para actuar para los niños refugiados, con los materiales más imposibles todavía.

Ya psicóloga y habiendo investigado sobre la creatividad, descubrí lo que se llama “pensamiento divergente”: a partir de un problema, generar dentro de un marco de libertad  y no  juicio, alternativas novedosas y posibles, para luego seleccionar aquella alternativa más idónea. La creatividad como un factor de éxito. Facilitadora de la toma de decisiones.

 

Entonces descubrí mi capacidad de traer a lo práctico aquello catalogado como “no idóneo” sacándolo del cajón de  lo imposible.

Actualmente esta concepción de la creatividad ha cambiado drásticamente otorgándole a la creatividad la importancia que se merece.Si nos fijamos, la creatividad la usamos constantemente para casi todo en nuestra vida: desde llegar hasta casa con la sandalia rota, preparar un ágape para sustituir el asado que previamente se nos ha quemado, hasta elaborar el discurso correcto al jefe para pedirle vacaciones.

 

La creatividad se puede entrenar. Pero sobre todo, se la puede sacar del sótano y otorgarle el puesto que se  merece. Porque la creatividad correlaciona con el rendimiento.

 

Porque la creatividad correlaciona con el humor. Porque la creatividad participa de la inteligencia exitosa. Porque la creatividad juega en las grandes ligas emocionales. Porque me apoya en la confianza de mi saber hacer. Porque me ayuda a salir de mi zona de confort. Porque me evidencia recursos en los que no había deparado. Porque me hace vivir la vida de forma novedosa. Porque me proporciona libertad para ser y sentir.

 

Porque me acerca al otro dentro de ese concebir sin juicio. Porque me transmite que los demás también pueden ser creativos. Porque me muestra la riqueza de la vida.

 

Porque me hace sorprenderme a pesar de los años. Porque tilda de colores ahí donde antes sólo había el claro-obscuro. Porque me trae flexibilidad y curiosidad en mis decisiones. Porque me acerca a mis hijas y al mundo infantil. Porque me facilita la risa.

 

 

Reviso en mis relaciones, sobre todo en las de ayuda, el papel de la creatividad. Buceo en aquéllas “bien desarrolladas” para encontrar qué ingredientes han contribuido al buen final. Y en ellas siempre aparece en el atrezzo un gran porcentaje de creatividad. Gracias a ella han surgido soluciones no esperadas o no intentadas. Bonitos finales. 

 "El que no inventa, no vive" (Ana María Matute)

 

El que se queda y el que se marcha

Cuando se habla de los despidos masivos es inevitable hablar del “síndrome del superviviente”. Ese conjunto de emociones, de pensamientos y de conductas del que ha sobrevivido al despido, del que se queda.

Sin embargo, es difícil encontrar artículos que hagan referencia al que se marcha: al que ha sido despedido. Algo así como la imagen del Titánic, en la que van soltándose los pasajeros agarrados a la barandilla del barco mientras éste va poniéndose en vertical. Van cayendo uno a uno al  mar, que es la muerte segura.

Sin obviar al malestar del que se queda, es frecuente encontrar relatos en los despidos masivos sobre  “el sentimiento de falta de comprensión” del sobreviviente hacia el despedido.

El que cae y ha de marcharse se queja en muchas ocasiones de que no suele percibir el sentido de compromiso ni el apoyo de los que sobrevivieron. Es difícil para ellos manejar toda esa incomprensión sentida y que les agranda el sentido de indefensión y de injusticia. Pero… ¿qué ocurre para pasar del compañerismo a la sensación de abandono?

Esto lo explica el “síndrome del superviviente”.

Este síndrome recogido en numerosa bibliografía hace referencia al estado comprometido en el que queda sumergido el que se queda: un conjunto de emociones como el de la culpa, la ira, la rabia, el miedo, la ansiedad y el estrés;  pensamientos de amenaza y de incertidumbre que les lleva a justificar el porqué de que ellos se mantengan y los otros no.

Ponen en marcha estrategias de afrontamiento que alineen lo que pasa fuera con lo que sienten dentro para  justificar esta diferencia de significado en los acontecimientos. Porque cuando existe diferencia entre  dos realidades  se produce un gran malestar psicológico. Algo parecido a la forma en que nuestra visión trabaja: cada ojo manda una imagen al cerebro,  éste las une formando una sola y dándole sentido a lo que vemos. Pero si ambas imágenes son muy diferentes este proceso representa gran dificultad - el cerebro percibe dos objetos distintos en contenido y forma y por lo tanto,  no las  une en una sola; son percibidos como el mismo objeto pero con gran diferencia en formato que impide la unificación, anula la de peor calidad para evitar “la visión doble”, toda la posible sintomatología y la falta de sentido. En definitiva: El cerebro es práctico y busca siempre “lo más adaptativo” si dispone de los recursos para  hacerlo.

En la interpretación y valoración de una situación, funcionamos de la misma manera: el organismo necesita de cierta coherencia entre lo que experimenta y lo que hace. Si esto no ocurre tiene varias opciones: eliminar alguna de ellas, ignorar, o poner en marcha estrategias encaminadas a encontrar esa coherencia en tiempo y espacio de la experiencia: la búsqueda  de “la causa y el efecto” y el de la valencia (valoración).

Desarrolla estrategias encaminadas a eliminar o reducir lo que se llama la disonancia cognitiva la cual está orientada  a encontrar una coherencia entre nuestros valores, y lo que pensamos y hacemos.

Para nosotros es más sencillo “hacer” y luego “ajustar el pensamiento” en lugar de “ajusto mi pensamiento” y luego “actúo”.

En algunas ocasiones donde el “hacer” depende más del exterior que del individuo y hay pocas posibilidades de influir en los acontecimientos, el pensamiento y la emoción toman el protagonismo como única forma de tener el control. Necesitamos percibir que controlamos algo de nuestras vidas.

El individuo puede intentar justificar o explicar de distintas maneras el porqué ha sucedido lo que ha sucedido,  y el modo en el que se ha producido. Esto reduce la disonancia, aumenta nuestra sensación de control y de causa-efecto. Alivia la sensación de incertidumbre y da una cierta organización a lo que ocurre en el mundo laboral, aunque la valencia sea negativa (“esto es una  injusticia”).

Pero también  orienta al trabajador hacia la conducta del miedo: no hablar con los despedidos para no ser considerados parte del problema; no apoyar a personas que les recuerden las situaciones laborales, no hablar más sobre lo que ha ocurrido, dirigirse en los términos marcados, elaborar una narración interna de todo la historia, justificarla, y elaborar estrategias de disminuir la incertidumbre y el sentido de injusticia. Ellos tampoco están exentos del miedo, y buscan un compromiso que les dé cierta confianza sobre su lealtad con la empresa.

Los que se marchan deben comprender que no hay nada personal en ese aislamiento que perciben en los que fueron sus compañeros sino una alternativa de supervivencia en el mundo laboral y de búsqueda de seguridad. Cada uno construye un significado de sus relaciones, un significado de su trabajo, y con unas necesidades económicas y laborales a las que atender. Un mundo interno con un marcado sentido de responsabilidad personal y un objetivo último que es el de la supervivencia por medio de la adaptación al medio.

No se juzga el comportamiento de cada parte, porque no hay partes. Hablamos de un mundo laboral agresivo en el que nos ha tocado vivir, y en el que cada uno es responsable de cómo se mueve de acuerdo a unos objetivos y unos valores construidos.

El individuo siempre busca posibilidades para sentirse mejor y  acercarse al bienestar, y las actitudes de reparación en el mundo laboral no son frecuentes más que nada por su futilidad. Tiene justificación esta practicidad sobre todo en el carácter del vínculo que aprendemos a establecer en el entorno laboral (“el trabajo es el trabajo”), al tipo de compromiso que aceptamos cuando lo hacemos, a la necesidad y cobertura de nuestras necesidades personales, sociales pero sobre todo económicas,   y a los valores que promulgan la sociedad en la que nos movemos.

Cada uno se mueve motivado por lo que le toca vivir de acuerdo a sus expectativas.

¿qué haríamos nosotros según  lo que nos hubiera tocado vivir?

 

"Por fiel que uno quiera ser, nunca deja de traicionar la singularidad del otro a quien se dirige"  Jaques Derrida

 

ALIVIANDO MI ESTRÉS

                                 Reestructuremos nuestros pensamientos (cognitivo)

                            Busquemos alternativas (cognitivo: solución de problemas)

                      Relajémonos (Físico: técnicas de relajación y hobbies)

          Cuidémonos (Integral: buenos hábitos y pensamientos)

   "Reflexiona sobre aquello que te estresa y te preocupa, y descubrirás que casi nunca ocurre"  

 

INDAGANDO EN LO QUE ME ESTRESA

                                Explora tu problema

                                     Genera alternativas

                                             Toma decisiones

                                                     Quiérete

                                                           Reflexiona

  

¿QUÉ ES EL ESTRÉS? ¿QUÉ HAGO CON ÉL?

A principios de los 70, se formó en Ontario (Canadá) uno de los grupos más productivos en referencia al estudio del estrés. Entre este grupo se encontraban Goodman y Donald Meichenbaum quienes trabajaron técnicas para reducirlo (Inoculación del estrés). Algunas de éstas, hoy en día están de moda: la relajación y las autoverbalizaciones por ejemplo.También se han generalizado a otros contextos de la vida,  concibiéndolas más que como técnicas, como formas cognitivo-conductuales de modificación de la conducta y relacionadas con otros modelos ya existentes como el de Lazaraus o también el Modelo de Murphy.  
 

Dejando atrás lo teórico y yendo a lo cotidiano, quién no conoce el estrés. Todos hemos ido en algún momento con las palpitaciones en la garganta por un asunto que nos perturbaba, ya por extraño, ya por la incertidumbre que nos generaba, ya por el  miedo a hacerlo mal, pánico al ridículo… hay múltiples situaciones que nos provocan el estrés. Pero, ¿quién se ha parado a adentrarse en ese proceso personal y se ha sumergido en sí mismo para conocer lo que le está ocurriendo?

Bien, el estrés es necesario (eustrés). Es una reacción primitiva a una evaluación de posible amenaza donde nuestra amígdala, nuestra hipófisis y nuestro hipotálamo trabajan a destajo. Un mecanismo que tenemos programado para poder sobrevivir desde nuestros ancestros. Si no lo hubiéramos hecho, ahora mismo probablemente no existiríamos porque algún macro-ser con colmillos nos habría devorado.
Lazaraus definió el estrés como “un esfuerzo cognitivo y conductual para gestionar todo  lo que nos ocurre afuera o dentro y que nos afecta”. 
Obviamente, esta situación que produce este esfuerzo está cambiando constantemente: Si de pequeños se nos pedía que nos atáramos los zapatos y nos  hacía estresarnos por su dificultad (a mí me estresaba muchísimo), hoy lo que nos estresa es que  el jefe nos solicite la hoja de planificación del año que viene o la memoria de actividades del pasado. También nos puede estresar preparar una paella este domingo ante el grupo de amigos…o la idea de hablar en público; lo que antes nos demandaba lo mejor de nosotros, hoy lo podemos tener superado. El estrés, es pues  un resultado de una evaluación que realizamos sobre algo. Y lo estresante de ayer,  puede no serlo ahora.

Lazaraus distinguió entre evaluación primaria:  que es una evaluación sobre un contexto; y evaluación secundaria: sobre los recursos que tenemos para poder afrontar algo que está o que nos llegará. A partir de esta evaluación, nos ponemos a mirar en nuestro mueble de cocina de “recursos” a ver si contamos con las estrategias de afrontamiento necesarias para capear el temporal. Y si vemos que las tenemos, nuestra sirena “avisa-amenaza” se apaga, y  nuestro nivel de estrés baja: las nubes negras se marchan dejando paso a un bonito día de sol. Pero si vemos que la cosa se va a torcer porque nos falta el tarrito de este recurso, el estrés se mantiene amenazando tormenta. Si este estado se mantiene en el tiempo  es cuando viene toda la ristra de descabales consecuencia del estrés (distrés): insomnio, contracturas musculares, arritmias, depresión, alimentación, asma, bajada de desfensas, malas digestiones, falta de atención, malhumor, etc. 
 
Murphy hablaba, a través de su trabajo con niños antes situaciones de amenaza, de la fase de esfuerzos secundarios para afrontar las consecuencias del afrontamiento en sí mismo y el esfuerzo de prepararse para afrontarlo.  No sólo era un esfuerzo prepararse para la tormenta, sino también prepararse para las consecuencias de prepararse. (un lío¡¡). Es decir, el esfuerzo era también el tener que esforzarse. ¡¡Doble esfuerzo¡¡

Total, que quizás existan muchas cosas que nos parezcan más difíciles y que sean menos demandantes que los procesos en sí mismo del estrés. Porque muchas veces, las personas nos estresamos no por lo que hemos hecho ya, sino por todo lo que pensamos quetenemos que hacer (que si nos parásemos a analizar, quizás fueran mucho menos numerosas o complicadas que las ya realizadas). A veces nos estresamos por cosas que no han ocurrido todavía, y que puede que  nunca ocurran. O por valoraciones de personas sin saber realmente si es así. Podemos asumir que el estrés, en algunas ocasiones, asalta a evaluaciones que hacemos de hechos, personas,  o resultados que no han ocurrido o no conocemos, pero que tenemos miedo de que pasen. Por lo tanto, puede jugarnos una mala pasada nuestra sobrevaloración al hecho o a la persona,  a la consecuencia, nuestras creencias irracionales, nuestra baja autoestima, nuestra experiencia, nuestras expectativas, nuestras prioridades, nuestro autoconcepto, nuestra costumbre de actuar como si pudiésemos leer las mentes ajenas.

A veces, todo este estrés malo (distrés) podría reducirse con cortafuegos personales como la relajación de la que hablaba el equipo de la Universidad de Waterloo. También profundizar de la situación que nos estresa y por qué. Quizás descubramos que el estrés somos nosotros  mismos porque nos importa lo que nos importa - de la manera que nos importa; nos queramos poco, o sobrevaloremos  lo que tenemos delante.

En líneas generales, el comenzar la mañana con una buena respiración diafragmática, unas buenas auto-instrucciones de lo bien que va a ir el día y de lo  majetes que somos, y de que el mundo es amable, puede que nos ayude a apagar o a bajar la intensidad de nuestra sirena de alarma de la evaluación. Una buena alimentación, nuestras horas necesarias de sueño bien dormidas y conductas que nos dan satisfacción (hobbies) sin duda son buenos aliados del bienestar porque nos ayudarán a liberar serotonina, dopamina, y noradrenalina.

El estrés es como cuando a uno le empieza a picar la garganta: “aviso de que es el momento de hacerse una buena infusión de tomillo con canela y  miel”. Si tenemos estrés, quizás sea el momento de generar el cambio en nuestros hábitos de pensamiento, de conducta y de nuestras emociones.

“El hombre siempre cree ser más de lo que es y se estima menos de lo que vale” (Goethe)

 

MI COMODIDAD

Parte de la comodidad que ansiamos, de la que disfrutamos en algunas ocasiones, nos alcanzan, nos tocan para recogernos, nos dan por un momento, un ápice de felicidad. Sin embargo… ¿podríamos identificar la felicidad con la comodidad? ¿la comodidad es ser felices o ser felices es estar cómodos?

Sobre esta pregunta llevo indagando años. Busco la felicidad, me leo en esos estados en los que me creo feliz. Hay ápices de comodidad. Es cierto. Sin embargo, a la edad que tengo ahora, puedo decir de frente que “mis mejores momentos, mis momentos más felices, no estuvieron caracterizados precisamente por la comodidad”. Entonces... Para qué la necesitamos. ¿Qué contribución tiene en nuestra felicidad?

Si sigo explorándome, descubro que necesito un cierto grado de comodidad que es muy diferente al grado de comodidad que necesita mi compañero Juan. A él sí que le gusta estar cómodo. Su felicidad viene definida casi completamente por el típico día en que nada pasa excepto en el sentido de sentirse plácido, sentirse cómodo.

A mí, sin embargo, la comodidad mantenida en el tiempo-me descubro – llega a saturarme. Tanta comodidad durante tanto tiempo, me aburre. Y baja mi percepción de lo que es estar feliz. No me importa tener mucha comodidad si se dan las circunstancias. A nadie le amarga un dulce. Lo que me mata es la prolongación en el tiempo. Esto es algo que desconocía hasta hace bien poco.

A mi otro amigo, sin embargo, no le mata tanto el tiempo, sino la cantidad. Es un tipo austero que busca el reto hasta en el hecho de llenarse un vaso de agua. Le mata la cantidad.

Vaya…la comodidad es algo condicionado a cada persona, es decir, que varía según quién, el cuándo y el dónde. Es decir: la persona, el momento, y el contexto.

Pero..no me importa el qué  determina mi comodidad en estos momentos (qué es lo que me hace sentirme así). Estoy en pensarme en por qué la comodidad no nos es suficiente a algunos/as para llenarnos de plenitud. Y me leo y me digo: No necesitas toda la comodidad para sentirte feliz, al menos, de momento.

Por seguir indagando, reflexiono y saco  mis conclusiones:

a) En seguida nos acostumbramos a esa comodidad

b) Podemos dejar de percibirla como tal: habituación (necesitamos cada vez más para sentir lo mismo. Lo que antes nos provocaba algo, ahora es insuficiente)

c)La comodidad nos corta alas: nos quita de saltar afuera a ver qué nos ofrece el mundo porque nos saca de nuestra zona de confort

e) La comodidad nos para de afrontar riesgos. Un riesgo lleva intrínsecamente la posibilidad de estar incómodo o de perder aquello que nos la proporciona

f) Ir  a lugares excitantes o sumergirse en experiencias muy vitales puede llevar una alta dosis de incomodidad

g) La comodidad perpetua pierde su función o capacidad originaria: deja de ser cómoda

h) La comodidad puede ser la ausencia total de ella

i) Los grandes retos en nuestras experiencias, o en la misma Humanidad, suelen estar caraterizados por una salida de la zona de confort

j) El salir de la zona de confort, suele ir acompañado de grandes dosis de crecimiento personal

k) Mantenerse en la zona de confort, produce "acomodamiento" y frecuentemente, falta de creatividad, búsqueda de alternativas, superación de problemas, no obtención de objetivos

l) la comodidad: es como decir que un vaso lleno es en realidad estar vacío, aunsente de líquido. Una paradoja, un espejismo.

Entiendo que esta especie de incoherencia sería como decir: “tener mucho puede provocarnos una sensación de vacío, de no tener nada”…y me recuerda una frase que recientemente leí: “Sólo se disfruta de algo cuando asumimos el poder perderlo”.

La idea de perder algo significa pasar de cierto grado de comodidad a la posibilidad de sufrimiento, de pérdida, de incomodidad vital. La idea de aceptar la pérdida, incorpora la incomodidad como camino a la liberación, a la felicidad.

Podemos aplicar toda esta reflexión al duelo, al crecimiento personal, al  lugar donde posicionarnos frente a la vida, a la forma de relacionarnos con el mundo, al apoyo y acompañamiento del otro/a, al cambio social, a la superación de crisis vitales, a las técnicas que se aplican en la búsqueda del bienestar (mindfulnes, yoga, meditación, psicoterapia), a la capacidad de acercarnos a la felicidad.

 

"Actuamos como si el lujo y la comodidad fueran lo más importante en la vida, cuando lo único que necesitamos para ser realmente felices es algo por lo cual entusiasmarnos." (C.Kingsley)

 

LA REALIDAD MISMA ME INSPIRA

Se prevé, según la OMS, que en los próximos años aumentará considerablemente el número de personas con algún transtorno mental. Si actualmente un 25% de la población ya lo está sufriendo o lo ha sufrido, por encima del cáncer y de las enfermedades cardiovasculares, el panorama es desolador.

Centrándonos en el mundo laboral podríamos hacer 3 grupos donde: 1) está en paro sin expectativas halagüeñas de cambiar su situación 2) personas que se encuentran cómodas laboralmente hablando 3) personas que trabajando, sufren por trabajar. El grupo 1 es francamente importante. El grupo 2 existe pero difícil de encontrar. El grupo 3 es el mayoritario, sin duda.

¿Por qué el 3 es el mayoritario? Si preguntas al que trabaja si se siente satisfecho por ello, las respuestas son variadas. La mayoría se encuentra en una situación de “no posible escape” donde existe una lucha por sentirse como se siente, pero a la vez con cierta culpabilidad porque debería sentirse feliz por trabajar.

Las personas que he entrevistado, se sienten terriblemente insatisfechas por el empeoramiento de sus condiciones laborales, o  porque la crisis les arroja a tener que aguantar situaciones propias de la Revolución Industrial: largas horas fuera de convenio y sin compensación, conflictos laborales mal resueltos, clima de estrés provocado por liderazgos devastadores o competitividad depredadora y todo ante una percepción de "no expectativas de cambio". Eso es lo peor: querer dejar algo y no poder hacerlo; querer cambiar algo pero no saber cómo; querer marcharse a algún lugar sin saber a dónde:" Indefensión aprendida"

En los últimos estudios los factores primordiales provocadores de estrés laboral se encontrarían: a) un liderazgo pobre, b) falta de apoyo psicosocial por parte del líder en la gestión de grupo o en conflictos si los hay c)problemas en la conciliación de vida familiar – laboral.

Dicho todo esto, me gustaría centrarme en lo que realmente me preocupa y es el tipo de persona que ejerce un liderazgo:Un líder es una persona que no tiene por qué ocupar la figura del “manager” o gestor de personas, aunque habitualmente se considera a la par, o se asume como tal. Sin embargo, en el día a día se pueden  diferenciar situaciones en las que un manager no es un líder, o un líder no es un manager. Para ser líder, hay que liderar, como la propia palabra indica.

Pero liderar significa empatizar con los miembros del equipo, integrar acciones y objetivos de la organización con las de cada miembro, motivar, acompañar y trasnmitir los mismos valores y creencias en un equipo que haga que aumente el potencial de equipo: que se crea cada miembro su utilidad y contribución al cumplimiento de los objetivos del equipo, y que se sienta motivado e ilusionado con la misma dirección marcada por el líder. Crear el compromiso y la integración.

 ¿cuántos líderes conoces así? ¿has conocido alguno/a?

Las personas, arrastramos todas nuestras bajezas, nuestras fortalezas, nuestras debilidades, nuestras ilusiones y frustraciones, en cada paso que damos. No importa si es en el trabajo o en la vida doméstica.

Esto se puede ver hasta en la cola de la compra con sólo ver cómo se reacciona si se nos cuelan, cómo vacíamos el carro o cómo nos dirigimos a la persona de la caja. Y ¿qué pasa en el trabajo donde hacerlo bien o hacerlo mal no sólo implica el mantener el puesto de trabajo? Supone el reconocimiento, la autoestima, el autoconcepto, el tipo de chismes de pasillo que circulen, en cómo se nos dirigirá el de arriba en el organigrama, cómo se valorará al departamento que dirigimos, las futuras referencias en el trabajo, los hitos de tus acciones, las gratificaciones, las felicitaciones, las memorias de final de año donde puedes realizar comparaciones …(podríamos seguir..)

En definitiva: Qué ocurre contigo y con  tu equipo a través del estilo de liderago que recibís?

En cada tipo de liderazgo vivido podrías adivinar qué rezumaba por las esquinas: ¿Qué ocurre con ese grupo de gestores que en sus manos está dirigirnos? ¿qué ocurre si todavía tienen pendientes sus duelos, sus crecimientos personales?¿qué ocurre con las heridas mal curadas que se traen en la corbata supurando a los despachos? ¿qué ocurre cuando se interrelaciona con los nuestros también? ¿qué pasa si además de esto, tenemos que integrarnos en un grupo de personas donde también tienen sus vivencias, sus emociones, sus ideas, sus valores cada uno de sus miembros? Y ¿si no casa todo esto con la idea del lider? ¿cómo se lo tomará? ¿qué va a hacer con su equipo?

 Abogo por un liderazgo bien desarrollado y sano donde se trabaje todo lo que interviene en él, sea tangible o intangible, observable o no.  Selecciòn de personas donde se puedan medir  los soft-skills y éstas tengas su justo protagonismo. Evaluaciones donde la humanidad de las personas sean tan importantes como los objetivos en sí mismos, porque la humanidad sea una verdadera protagonista de la vida laboral. Donde se escuche al empleado, y las evaluaciones 360º se implementen hasta para conocer qué nos parece el olor del aire del despacho.Programas, proyectos, donde ayuden a desarrollar la inteligencia emocional del equipo, comenzano por el del líder. Promover acciones que creen un clima de entendimiento, y de humanidad en el trabajo aparcando los malos rollos en el ascensor. Ser felices dentro y ffuera del trabajo.

Si no humanizamos la labor de la gestión de personas, nunca tendremos buenos líderes.Habrá palas y palas de personas malheridas por aquello que supuestamente dignifica a la persona. Costes a la Sanidad por transtornos mentales. Y una sociedad en la que la necesidad de curar y de castigar, empañará la labor de prevenir, proteger y de enseñar a vivir. Nuestro resentimiento por haber sido mal gestionados, nos puede hacer repetir la misma historia con otros actores en el futuro. Una pelota que se va haciendo más grande.

La realidad misma te inspira”…. Raquel

 

LA RECONSTRUCCIÓN DE MIS RECUERDOS

Hay veces que lo que nos tragamos en las pantallas se encuentra más cercano a la realidad de lo que nos pensamos. Pienso en esas películas futuristas, donde la mente es una cosa, el cuerpo otra y hay una “maquinita” con muy  mala uva alterando nuestra memoria, nuestros recuerdos.

Hoy quiero hablar de los recuerdos, de nuestros recuerdos.  Nosotros somos como somos y lo que somos por todo lo que hemos vivido y por lo que recordamos. Pero sobre todo por  cómo lo recordamos. En el aprendizaje, participan los recuerdos. En nuestras emociones, participan nuestros recuerdos. En nuestra conducta, participan los recuerdos. Pero: ¿son los recuerdos así?, o sin embargo ¿los hemos transformado según hemos ido adquiriendo conocimientos o  vivencias?
¿Qué ocurre con los recuerdos que no recordamos? ¿a dónde fueron a parar? ¿se borraron o sin embargo vagabundean por algún rincón de nuestra cabeza? ¿lo que yo recuerdo es exactamente lo que ocurrió? ¿lo he ido olvidando? ¿y si lo he olvidado y entonces lo que recuerdo es su reconstrucción, un  parche que he puesto? Y si lo que recuerdo es medio inventado: ¿qué pasa después con mis otros recuerdos?

E. Loftus investigó mucho sobre la memoria y sobre los recuerdos. Descubrió que ésta era “reconstructiva” y que en nuestros sucesos recuperados, vamos incorporando información externa o interna de tal manera que acaba alterando el recuerdo original. Lo podemos hacer de 3 formas: incorporando detalles sin mucha relevancia, incorporando detalles más cruciales, o variando dimensiones.
Este tipo de reconstrucción podemos favorecerla  manipulando el tipo de pregunta de recuperación del recuerdo o realizando sutiles sugerencias por medio de preguntas o narraciones. La sugerencia se facilita cuando aparece un contenido que se vincula emocionalmente con el recuerdo,  o también cuando la recuperación requiere de una estructuración espacial, temporal, etc (ordenar cronológicamente, por ejemplo, según Zwaan y Radvansky , o según adquisición de esquemas según Mandler).
Y lo más interesante: reconstruir un recuerdo, influye en recuerdos posteriores. Es como un efecto mariposa.

En un experimento de recuperación de sucesos añadiendo “claves engañosas” (objetos que no existían en el suceso sino que se habían añadido posteriormente, o caracterización de los personajes) a un grupo de sujetos, se les reforzó  con la promesa de una recompensa al que mejor recordara. Se les distribuyó en  4 grupos según el premio. Bien, ninguno mejoró a pesar de lo que podían obtener si recordaban mucho y bien. Curioso, ¿verdad?
Conclusión: la recompensa no facilita la recuperación. Si no recordamos, pues no recordamos, aunque nos prometan unas vacaciones en crucero.

Esto me lleva a recoger con pinzas mis recuerdos: quizás no fuera tan malhumorada esa profesora de primaria,  quizás no me atropelló ese coche sino que sólo tocó el claxon, quizás ese día no llovía, quizás no me desfavorecía tanto ese acné, quizás, quizás, quizás …

No voy a utilizar esto en contra de mi memoria, no voy a empezar a dudar de mí. Sin embargo, puede servirme para acercarme a mi experiencia de una forma más aséptica y a través del conocimiento de cómo funciona nuestra memoria reconciliarme con mi pasado y con el mundo. De  aceptar que, aunque somos casi máquinas perfectas, ese “casi” determina un amplio rango de posibilidades. De que la perfección del ser humano se basa en una operatividad holística que se mueve como pez en el agua en dicha generalidad, a pesar de ser poco exacto en lo concreto, y perderse en los detalles. Somos como impresionistas cuyos cuadros hay que ver de lejos para captar de una forma general las pinceladas.

El reconciliarse con uno mismo y con los que te rodean parte de los recuerdos, de nuestras experiencias vividas con ellos. Y en dicha reconciliación, se encuentra la suposición de trabajar en lo recuperado a partir de un  “quizás no fuera así”, “quizás fuera de otra manera” “quizás también fuera de otra” …y  dicha reflexión está orientada a la comprensión, al reconocimiento, al acercamiento y la orientación hacia el otro también. Una especie de negociación  y no de defensa de lo absoluto: esto fue así y así lo recuerdo.

Sobre este tema de la memoria, las investigaciones son amplias, complejas y multidimensionales. Es un tema apasionante e impactante.
Si te interesa puedes leer sobre E.Loftus, Binet, Ebbinghaus, Crowder, Crack, Lochart, Tulving, Zack y Tversky, y muchos más.

 "Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo" (Benjamín Franklin)

 

MIS CREENCIAS IRRACIONALES: BARRERA Y LASTRE A LA FELICIDAD

Vuelvo sobre los motivos para ser feliz o no serlo. Vamos a ver qué es esto de ser feliz y qué hacemos con ello. Vuelvo sobre mis pasos. Los pasos que como todos los días he de hacer para ver si voy a donde quiero ir. Vuelvo sobre ideas que paran en mi andén y que no me aportan nada, trayéndome, al menos, un poso que me incomoda. Vuelvo sobre creencias que si me paro, me doy cuenta que no me son propias y que no sé por qué creo lo que creo, si en realidad no me lo creo; vuelvo sobre patrones de conducta que realizo cada vez que llego a este punto; vuelvo sobre mis valores, que me dicen que quizás es tiempo de cambiarlos o al menos de conseguirles un nuevo traje. Tengo que apropiarme de mis emociones , de mis pensamientos, y de mis creencias.

Albert Ellis elaboró la Teoría Racional Emotiva a mediados del siglo XX como respuesta a situaciones de infelicidad de las personas que acudían a verle. Fue una persona con gran éxito en el papel de guía y orientador.

Estableció que tenemos creencias irracionales que utilizamos, que nos encorsetan y son motivos de la infelicidad. Argumentos, distorsiones cognitivas que organizan y predisponen nuestro ser y sentir de una forma tóxica para nosotros. Nos organizan nuestro mundo irracionalmente provocando malestar, sentimientos negativos, y un desgaste vital.

Así estableció 12 tipos de creencias irracionales que actúan como lastres. El que no haya participado alguna vez de alguna idea irracional, que tire la primera piedra:

1.-Debo ser amado y aceptado por los demás. También evitar la desaprobación a toda costa. Hay que ser amado. No hay lugar para la crítica.

2 -. Mi valía está en función de mi éxito. Sin él  no valgo nada. Los errores y la confusión es sinónimo de fracaso y por lo tanto, de mi incompetencia e inutilidad

3. Las personas debemos actuar correctamente . En caso contrario, debemos ser castigadas por ello.

4.-Es insoportable la vida  cuando las cosas no son como nos gustaría que fueran. No aceptamos que sean de otra forma.

5.-La infelicidad y la desgracia vienen causadas por factores externos de los que no somos responsables,  por lo que no podemos hacer nada para evitarlo. La felicidad, pues, no es dada de forma pasiva y sin alguna participación nuestra. Fuera responsabilidad.

6.-Debemos preocuparnos por las cosas que pueden ser peligrosas o desagradables ya que, de lo contrario, se pueden volver en nuestra contra o ocurrir algo terrible.

7.- Es más sencillo para ser feliz evitar las  dificultades de la vida y las responsabilidades personales. Se puede ser feliz así.

8.- Todos necesitamos estar bajo el amparo de alguien más fuerte y además, depender de él.

9.-El pasado es la causa de lo que nos ocurre ahora y seguirá haciéndolo en el futuro.

10.- Debemos estar tristes y afligidos cuando los demás lo están y estar preocupados cuando los demás lo están

11.- No puedo sufrir ni soportar el sufrimiento. Con lo cual, lo debo evitar

12.- Todo tiene una solución precisa y tarde o temprano la tenemos que encontrar.

 ¿Has tenido tú alguna vez una de estas creencias? ¿cuál? ¿has sido consciente de ello?  ¿qué hechos han provocado esta creencia?¿qué sientes y piensas cuando utilizas estas creencias? ¿hay alguna posibilidad de que no ocurra lo que crees o sea como piensas? ¿cuándo? ¿cuántas veces ha ocurrido lo que crees?¿tienes alguna prueba de que sea así? ¿podría ser de otra manera? ¿qué pasaría si así fuera? ¿podrías escribir otras opciones a cada una?.....

Teoría Racional de Ellis: http://www.rebt.org/

 

2º IDEA IRRACIONAL DE ELLIS: “MI VALÍA ES FUNCIÓN DE MI ÉXITO”

¿Qué es el éxito?…bien ..me pongo a pensar y me surgen muchísimas definiciones… ¿cuál es la verdadera?

Me doy cuenta de que el éxito, mi éxito, no tiene que ver con lo que mis amigos, mis vecinos, o mis padres pueden creer; también depende del momento en el que piense;  mi éxito de ahora, no era el mismo que hace diez, cinco años.. incluso del mismo momento, depende de qué hable puedo pensar que sea un éxito.

 

 

Éxito es un buen resultado de algo…

En función de qué, en función de quién, dónde está el punto que diferencia un buen resultado de uno malo?

Lo único que me queda claro es que es algo SUBJETIVO Y CIRCUNSTANCIAL.

(Para mí, el éxito puede ser entender una película en inglés, lograr que nuestros hijos no nos saquen de quicio, o acostarse sin estar estresado… para otro puede ser el que su jefe le haya concedido sus vacaciones, o para otro el haber ascendido. Hay tantos éxitos por personas, momentos, y contextos)

El motivo o explicación que damos al porqué de que ocurra algo es lo que se llama LOCUS. Puede ser INTERNO (debido a “nosotros mismos”) o EXTERNO (por causas ajenas a nosotros).

Bien, se ha visto que el tipo de atribuciones que hacemos a nuestro éxito o fracaso, fomentará o limará nuestra percepción de bienestar psicológico y de eficiencia y autoestima. Por ejemplo: si yo apruebo un examen muy difícil, puedo explicar mi aprobado en función de que “he estudiado mucho”, “soy muy inteligente”, “me lo sabía muy bien”; o sin embargo:” ha sido pura suerte”, “el examen era facilísimo”, “se habrán confundido de nota”. En el primer caso (locus de control interno), el tipo de atribución que elaboro a mi éxito, sube mi autoestima y me refuerza: estoy contribuyendo a mi percepción de éxito personal. Sin embargo, si percibo mi éxito según el segundo caso (locus de control externo) mi éxito no es tan sólido o se ve mermado por mi percepción subjetiva de la causa de mi éxito: no me he ganado el éxito, sino que ha sido producto del azar, o de causas en las que yo no he participado en absoluto.

Diría pues, que el éxito de todo esto no es otro que el que atribuir mi éxito a mi éxito personal. Yo soy el autor de mi éxito.

¿es pues mi éxito una cuestión meramente subjetiva?

 El éxito es un buen resultado en relación de alguna meta o expectativas. Pero, estas metas son colocadas AHÍ por nosotros. Son puntos de llegada que  hemos marcado previamente nosotros en función de: lo aceptado como éxito culturalmente, lo que toca en nuestro contexto, en nuestra vida, según nuestra autopercepción, según nuestro proyecto de vida, etc.  Es decir: la nota de sobresaliente nos la ponemos nosotros; si queremos tener éxito con un 5, ahí colocamos nuestro éxito. Pero también podemos decidir que el éxito comienza al llegar a 10 y no en 5. Somos nosotros los que, como en un espectáculo circense nos decimos “Más difícil todavía”.

Si nuestras metas son realistas (con nosotros y nuestros recursos y posibilidades) probablemente tengamos éxito casi siempre: si me pongo como meta saltar 1 metro tendré éxito el 100%, pero si mi éxito viene dado en función de ser capaz de saltar 5 metros, nuestras probabilidades de éxito será de 0%.

También comentar que los éxitos ajenos, según nuestro talante, podemos atribuirlos a factores externos (“ha triunfado porque ha tenido enchufe”), y sus fracasos a factores internos (“cómo lo va a conseguir si no es capaz”) mientras que ante nosotros, actuar de forma contraria: éxito: factores internos (“soy la sabiduría personificada”) o fracaso a factores externos (“he tenido mala suerte”). Atención con esto: seamos justos con nosotros mismos pero también con el otro.

El éxito es algo que yo me pongo, y por lo tanto, soy la responsable de sentirme exitosa o fracasada.

Por otro lado, la percepción del éxito del otro no tenemos por qué compartirla (él también marca su punto de éxito, por lo tanto, yo nunca seré un fracasado porque el otro lo piense SI YO DECIDO que soy exitoso. SU PUNTO DE ÉXITO ES ALGO PERSONAL, AL IGUAL QUE MI PUNTO DE ÉXITO ES MÍO).

Yo disfruto de mi éxito le pese a quien le pese.

                                                El éxito y el fracaso, no son más que resultados…

 

“He fallado una y otra vez en mi vida…por eso he conseguido el éxito”(Michael Jordan)

 

MI PRIMERA CREENCIA IRRACIONAL

1.-Debo ser amado y aceptado por los demás. También evitar la desaprobación a toda costa. Hay que ser amado. No hay lugar para la crítica.

Una de las actitudes que generan la felicidad es sentirnos responsables de nuestra vida. La mayoría de las personas nos sentimos más cómodos cuando nos percibimos  dueños de nosotros mismos en lugar de ser simples marionetas de alguien o de las circunstancias. Sobre esto hay multitud de canciones y escritos. Es cierto que es algo que nos preocupa durante todo nuestro ciclo vital aunque en etapas como el de la adolescencia puede ser de forma más profunda.

El sentirnos responsables significa apoderarnos de nuestros pensamientos, apropiarnos de nuestros actos y ser lo que queremos sin buscar aprobaciones fuera. El ser responsable significa no buscar como objetivo mismo el agradar o el encontrar aprobaciones. Esto, aparte de ser un acto valiente, es un acto práctico y económico, ya que evita esfuerzos y nos desgasta menos. Es decir, a la larga, es mucho mejor para nosotros porque cada persona es distinta y piensa según su mundo. Imagínate cuántas personas tenemos que ser al mismo tiempo para agradar a todos¡ significaría cambiar constantemente de forma de actuar, de forma de ser, de pensar, de opinar. Gastaríamos toda nuestra energía en adivinar lo que le gusta al otro, cómo agradarle, cómo no enfadarle, cómo alegrarle, cómo elogiarle, cómo mostrar nuestra mejor cara, como no decepcionarle y sobre todo: como tapar esa parte no tan positiva que todos tenemos.

Esto tiene además un grave riesgo que es el de equivocarnos a pesar del esfuerzo, porque …¡quién sabe lo que le pasa a cada uno y a cada momento por la cabeza¡ Además de tener que actuar, no sabríamos qué papel nos tocaría desempeñar. Es de locos si nos lo planteamos. Lo que ocurre, es que nuestro cerebro es muy listo y lo hacemos de forma inconsciente, ¡a veces no nos damos cuenta de toda la artillería que ponemos en marcha para que el de enfrente piense lo majetes que somos¡.

Por lo tanto, es más práctico para todos el ser y el actuar tal y como deseamos ya que, al menos tendremos la certeza de agradar a las personas que realmente nos importan o si no lo hacemos, nuestra justificación no sería otra que el de nuestra voluntad y deseo. Es decir, tendría un factor protector el asumir que lo que hemos hecho ha sido porque lo queríamos. Asumiríamos por tanto el riesgo de no ser amados por los otros, pero de nuevo volvería a ser más práctica y económica esta postura, ya que, al menos no nos llevaríamos berrinches al asumir de antemano la posibilidad de ciertos fracasos.

Lo miremos como lo miremos, el ser nosotros mismos, es mucho mejor que intentar ser lo que los otros quieren que seamos. ¡dos al precio de uno¡¡

Por otro lado, hay que tener en cuenta que cuando no cubrimos las expectativas de algunas personas, éstas pueden tomárselo muy mal o al contrario: disfrutar de su respeto. Es por lo tanto, otro punto a nuestro favor. Es asumir la libertad de uno, o aceptar la dictadura del otro.

En cualquier caso, todos tenemos valores, creencias, posicionamientos que el respetarlos en nuestro día a día es respetarnos a nosotros mismos. Es una forma valiente de desafío y de autoafirmación. Y un enfoque de vida de salud, porque evita la incoherencia, el estrés y las situaciones rocambolescas interpersonales que cuando se producen, provocan cambios físicos adaptativos y también nocivos en algunos casos. Cuando hacemos algo, lo hacemos porque así lo sentimos, y si algo sale mal: no pasa nada ya que lo hicimos porque creímos que era lo que teníamos que hacer. Es saludable construir valores sólidos y de forma tranquila llevarlos en nuestro bolsillo.

Por lo tanto, borremos de nuestras creencias ésta tan irracional de la que nos habla Ellis que es la de tener que agradar a todo el mundo para lograr la aceptación y evitar la crítica. Esta forma de libertad: unas gafas por las que merece la pena mirar.

“La esencia de la afirmación personal consiste en respetar nuestros propios valores y vivir según nuestro propio juicio, de manera que experimentemos integridad. Lo que hacemos en el mundo, es la justa expresión de lo que somos” (Nathaniel Branden)

 

EL DÍA MUNDIAL POR NUESTRA SALUD MENTAL

Oigo en la radio a una Consejera de Salud española en relación a la Salud Mental – el 10 de Octubre es el Día Mundial de la Salud Mental- que “un 8 % de la morbilidad en España corresponde a la depresión diagnosticada”. También me quedo con la cifra: un “15% de la población se verá afectada por algún tipo de transtorno mental en los próximos años”.

Mientras escucho, en mi interior me pregunto el porqué. Y me asaltan los innumerables amigos o familiares que han sufrido depresión o distimia en los últimos 8 años… no son pocos: diagnosticados cuento 10¡¡¡ si me fijo en amigos de mis amigos la cifra aumenta a 13. Sigo preguntándome: ¿cuántos habrá “no diagnosticados”??. 

Otro experto habla de que, una vez diagnosticado y tratado, el porcentaje de recaídas en los siguientes 3 años supone la mitad de los enfermos. Según el Pacto Europeo de Salud Mental y Bienestar formulado en la conferencia “Juntos por la Salud Mental y el Bienestar” por la Comisión Europea en colaboración con la OMS el 13  Junio del 2008, se nos puede poner la carne de gallina leyendo que cada 40 segundos  alguien se suicida en Europa y 9 personas cada día en un país como España, siendo éste la segunda causa de mortalidad después de las enfermedades coronarias o de los accidentes de tráfico (España). La depresión es el primer factor de riesgo en las conductas suicidas. Impactante, verdad? Un millón de personas al año lo logran y otros 20 millones lo han intentado sin éxito: el quitarse la vida.  Y es un asunto de tal envergadura y gravedad que la OMS ha empezado a trabajar muy seriamente para prevenirlo. En Madrid, por ejemplo, el Colegio de Psicólogos goza de un grupo de trabajo enfocado en los  “Suicidios” al igual que cuenta con otros grupos de trabajo como el de Organizaciones, o el Psico-oncología o el de Catástrofes y desastres.

Empiezo a mirar a estos amigos enfermos uno a uno en mi mente y en mi corazón, y traigo al recuerdo sus experiencias compartidas conmigo. Y a todos absolutamente  el mundo laboral les ha tratado de tal manera como para leer entre líneas que éste ha participado de alguna manera en su falta de salud o bienestar.  Existen desde luego otros contextos y otras circunstancias que pueden provocar o contribuir a la depresión en cualquier persona pero no olvidemos que solemos pasar mucho más tiempo en el trabajo que con la familia.

El pacto europeo del que hemos hablado, en su punto 3 sobre la Salud Mental y el trabajo, recoge los siguientes puntos:

  • El empleo es beneficioso para la salud física y mental.
  • La salud mental y el bienestar de los trabajadores es un recurso clave para la productividad e innovación en la UE.
  • El ritmo y la naturaleza del trabajo está cambiando, lo que se traduce en presiones sobre la salud mental y el bienestar.
  • Hay que actuar para hacer frente al aumento constante de ausentismo laboral e incapacidad, y utilizar la parte no utilizada del potencial de mejora de la productividad que está vinculado a los trastornos mentales a causa del estrés  
  • El lugar de trabajo desempeña un papel central en la inclusión social de las personas con problemas de salud mental.
  • Los responsables políticos, interlocutores sociales y más están invitados a
    actuar  sobre la salud mental en el lugar de trabajo incluyendo las siguientes objetivos:
    - Mejorar la organización de trabajo, la cultura organizacional y liderazgo así como las prácticas para promover el bienestar mental en el trabajo, incluida la
    conciliación de la vida laboral y familiar
    - Implementar la salud mental y el bienestar de los programas con el riesgo
    evaluación y prevención de situaciones que pueden causar efectos adversos en la salud mental de los trabajadores (estrés, el comportamiento abusivo
    como la violencia o el acoso en el trabajo, alcohol, drogas) y al principio
    medidas de intervención en los lugares de trabajo
    - Proporcionar medidas de apoyo a la contratación, la conservación o rehabilitación y volver al trabajo de las personas con problemas de salud mental o trastornos.

Decía la consejera que estas cifras sobre la morbilidad (enfermedad) de los transtornos mentales  aumentarán en los próximos años hasta llegar a este 15% que comentábamos, y vuelvo a decirme: “no me extraña nada”. Pongamos, por ejemplo aquello que en Sociología se denomina el Síndrome del Superviviente-un síndrome de culpabilidad en el trabajador que mantiene su puesto en una empresa. Ese sentimiento de culpabilidad sobreviene por haber sido uno de los afortunados de no  haber sido “nominado”-como ahora se dice- en un despido laboral. Y este superviviente, sin quererlo, le hace el más puro vacío y boicot al que va a la calle como si fuera un apestado. Si luego reflexiona de lo que ha sido capaz de hacer, puede sobrevenirle aún más culpa.  Por el contrario, aquél que haya sobrevivido a base de zancadillas, su síndrome del superviviente le valdrá de refuerzo probablemente para seguir practicándolo en el futuro.  Es decir, que sí o sí, el “no ajuntar” al que despiden, es inevitable. Un desastre del que ya hablaremos en otra ocasión que no hará más que contribuir a generar malestar según a quien le toque;  el caldo de cultivo de la depresión está servido.

Contemplando el panorama sanitario en lo referente a la atención de la Salud Mental en España,primero debe uno ser atendido por un facultativo de Salud Primaria. Un profesional que es Médico de Familia y no tiene por qué tener conocimientos psicológicos ni psicoterapéuticos aunque de vez en cuando nos encontremos con ello (afortunadamente, los hay). El médico recurrirá al tratamiento exclusivamente farmacológico y en algunos casos, al enfermo se le remitirá a la unidad de Salud Mental. Pero no hay suficientes psicólogos que puedan absorber tal demanda de enfermos  (verbalizado por los propios médicos de familia) – porque hay más tipos de transtornos que los depresivos- por lo que la mayoría de las veces, el tratamiento inevitablemente  se limita al farmacológico. Desde mi punto de vista, esto no es más que un parche y algo enfocado exclusivamente en el transtorno y su “cura” inmediata. Sin embargo, está demostrado que un trastorno con tratamiento psicofarmacológico (es decir, si los medicamentos van acompañados de psicoterapia), tiene muchas más posibilidades de éxito (algunos duplican su porcentaje de recuperación de un 35 al 70%). Es decir, no sólo acorta el tratamiento en tiempo y medios, sino que mejora los resultados. Esto se debe porque no sólo se cura, sino que se abordan múltiples facetas que no sólo contribuyen a potenciar la rehabilitación del enfermo, sino que proporcionan herramientas y estrategias que faciliten y promuéban el cambio así como la conciencia plena de lo que les ocurre. Y les guían y apoyan en su crecimiento para evitar recaídas futuras. Es decir, la psicoterapia, tendría un enfoque de alivio  pero también de prevención, ya que se trabaja sobre otro tipo de herramientas como el del afrontamiento, reestructuración, identificación, integración, etc, que al paciente le puede servir de anticipación frente a posibles recaídas. La psicoterapia, frente al tratamiento farmacológico, es un “aprender a pescar” en lugar de “darle peces”. LOS TRATAMIENTOS SON EFECTIVOS Y NECESARIOS, PERO ACOMPAÑADOS DE PSICOTERAPIA, HABLAMOS DE EFICIENCIA, DE ANTICIPACIÓN Y DE APRENDIZAJE. Si lo aplicamos al transtorno de la depresión, sin duda, es imprescindible acompañar ambos tipos de acción.

Francisco Santolaya (Presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos) ha añadido en la revista “Dinero y Salud” el 07 de Octubre de 2010, :"numerosos estudios ponen de manifiesto que un equipo médico que integre un psicólogo consigue mejores resultados incluso en casos con pronóstico grave, en los que la atención psicológica es de gran ayuda", por lo que el tratamiento psicológico "debería formar parte de la atención primaria y de todas las actuaciones del SNS en el ámbito de la prevención, ya que puede contribuir de forma importante al fomento de hábitos saludables y a la adherencia terapéutica de los pacientes crónicos, uno de los problemas a los que se enfrenta la Sanidad hoy en día".

Esto, a modo de reflexión, me sirve para preguntarme ¿qué es estar enfermo? ¿cuántos enfermos hay hoy y cuántos seremos mañana? ¿qué se está haciendo hoy para ayudar a todas estas personas y a sus familias a superar este trance? ¿qué podríamos hacer, además, para mejorar la asistencia y el prognóstico? ¿cómo evitar enfermar? ¿qué tiene que decir el mundo laboral en esto? ¿el trabajar humaniza o deshumaniza?¿seré yo una de estas personas que en los próximos años englobaré estas cifras de morbilidad?.

Y por supuesto, aún reflexionar más si cabe sobre los contextos laborales en los que diariamente participamos y contribuimos. No sólo que vivimos, porque al igual que ES IMPOSIBLE NO COMUNICAR, también es imposible ESTAR Y NO INFLUIR.

“La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.» (OMS – WHO)

 

 

PRIMER PASO A MI FELICIDAD

Todos poseemos las herramientas/ingredientes para ser felices.

No importa el número de calzado que gastes ni la marca del vaquero. Tú tienes medios para ser feliz, y yo también. 

 ¿Cuáles son? ¿Dónde están? ¿Cómo las utilizo? ¿Dónde las busco?

 Si intento recordar cuántas personas me han dicho alguna vez que son felices, mi mente se queda en blanco… NO RECUERDO CASI NINGUNA¡¡¡

Sí recuerdo las palabras airadas de alguien cuando le dije que “era feliz”: “bueno, disculpa, pero yo no soy tan feliz como tú….”

 El decir que tocas la felicidad con los dedos sólo se te perdona si a continuación comentas que estás enamorado. Si no: no vale. La felicidad gratuíta, la que no se compra ni se obtiene por algo a cambio, NO EXISTE (para muchos). Es tan irreal como decir que el ratón Pérez se ha pasado por tu casa y te ha dejado una tarjeta de visita.

Nadie puede ser feliz así porque sí y menos si no le van bien las cosas. Porque la sociedad nos lanza mensajes constantes de que para SER FELIZ, hay que comprar antes, hay que conseguir algo, hay que ser de esta manera, hay que tener éxito, se debe vivir cómodamente según de esta o cual manera, hay que sufrir previamente o hay que ganar,a poder ser con el “mucho” acompañándole. Ideas limitantes que acompañan nuestros actos. Hay obligación, hay deber hasta en nuestra forma de ser felices.

SIN EMBARGO, UNA DE LAS RAZONES EN LAS QUE MUCHOS BASAN LA FELICIDAD ES EN LA RESPONSABILIDAD.

La responsabilidad de nuestra vida nos hace percibirnos como seres poderosos capaces de llevar nuestro timón hasta el puerto que queramos. El sentir que nosotros somos los que asumimos cómo actuamos, cómo sentimos, cómo percibimos, y cómo digerimos lo que viene detrás nos coloca en un ángulo muy distinto en escena al que tenemos cuando se acepta porque “no hay más cáscaras”, o porque “hay que ser o sentir así”.

El empoderamiento que nos permitimos nos trae la libertad y somos los autores de nuestra vida; decidimos qué es lo que queremos hacer con ella, para bien o para  mal. Tal vez no podamos evitar aguantar al jefe, pero sí decidir cómo vamos a percibir el contexto y cómo nos sentiremos.

Somos dueños de nuestras emociones y vivir desconectado de nuestras emociones nos hace vivir en un espejismo; sólo cuando las destapamos podemos conocer realmente quiénes somos y qué necesitamos. Decidir que es necesario el cambio y que podemos ser los directores y protagonistas de él.

 

 

Asumiendo la responsabilidad de nuestra vida, es conocernos, es enfrentarnos a nuestros verdadero "yo" con mirada limpia, sin tapujos, levantando la costra que nos ha dejado vivir como vivíamos hasta entonces. Aceptar valientemente cómo vamos a sentir a partir de ahora,  y cómo vamos a decidir acompañarnos. Es enamorarnos de nosotros mismos, con lo que nos gusta y lo que menos nos gusta, como solemos hacer con “ese chulazo o chulaza” que nos tiene locos. Quizás no podamos evitar algunos sucesos de nuestra vida, pero sí somos los dueños y señores de lo que vamos a hacer con ellos. ¡Estaría bueno¡

Una de los grandes obstáculos, pues, de nuestra felicidad es la incoherencia de la que próximamente hablaremos y que suele acompañar a la NO RESPONSABILIDAD. Porque la incoherencia es un autoengaño tan nocivo para nuestra felicidad como puede ser lo más horrible que se nos ocurra. La incoherencia nos evita asumir responsabilidades, nos alivia de esa carga que es abandonar esos roles cómodos que asumimos durante nuestra vida, y nos excusa de las malas decisiones o ignorancias con las que nos envolvemos día a día.

 “Somos lo que pensamos,

                 Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos”

                        Con nuestros pensamientos hacemos el mundo” EL BUDA (1)

 

¿CREATIVIDAD VERSUS INTELIGENCIA? 

Según Nickerson, Perkins y Smith (1985) el pensamiento podemos clasificarlo en dos tipos de procesos intelectuales cualitativamente diferentes: convergente y divergente. El pensamiento divergente es un proceso intelectual productor de ideas posibles, de alternativas novedosas, sintético, inductivo, difuso, divergente, y que la variedad de dicha producción se mueve en un marco de libertad y no juicio.

¿Por qué nos interesa la creatividad? ¿Existe correlación entre ésta y el rendimiento?

Se ha investigado y descubierto la importancia que tiene para el éxito-visto como consecución de objetivos marcados dentro de la adaptación al contexto- la creatividad tanto en la escuela como posteriormente en la vida. Tanto o más que la inteligencia. La creatividad es una importante herramienta en la solución de problemas al generar alternativas inusuales pero disponibles.

Se sabe al día de hoy que la creatividad: es necesaria pero no suficiente para ser inteligente (y viceversa), que ambas son variables independientes y que ambas están interrelacionadas.

 Existen distintos enfoques en su definición, unos contemplándolo como habilidad, otros como procesos, algunos como productos, y otros como conducta. En cualquier caso, la creatividad es “productor creativo”, tiene estrecha relación con otros factores de personalidad y con sucesos, conductas, y éxito en la vida.

 Guilford fue el primero en hablar sobre el proceso creativo haciendo aportaciones novedosas e indispensables a la hora de investigar sobre ella. Por ejemplo, definió los aspectos componenciales de la creatividad llegando a especificar  las aptitudes involucradas en el pensamiento creativo y apoyado por Torrance:

 1)      FLUIDEZ: capacidad de generar un gran número de ideas o de alternativas para solucionar problemas. No se contempla adecuación o no. Existen 3 tipos: fluidez de ideas, de asociación y fluidez de expresión.

2)      FLEXIBILIDAD: capacidad de interpretar/generar puntos de vista distintos bajo los cuales entender el problema o el objeto.

3)      NOVEDAD-ORIGINALIDAD IDEAS: Capacidad de generar ideas y/o soluciones originales o poco accesibles.

4)      ELABORACIÓN: Capacidad de suministrar y aportar detalles, o de analizar la idea propuesta

Incluyó otras, como los factores motivacionales (intereses, actitudes), estilos cognitivos y factores temperamentales (como impulsividad, introversión-extraversión, confianza en sí mismo) , así como

 1)      HABILIDAD DE ANÁLISIS Y DE SÍNTESIS

2)      REORGANIZACIÓN O REDEFINICIÓN

3)      COMPLEJIDAD

4)      EVALUACIÓN

 “Cada variable de la creatividad es necesaria pero no suficiente para componer la creatividad, y actúan cada una con el mismo efecto sobre ella”

"Para tener ideas originales, extraordinarias y quizá hasta inmortales, basta quedar extraño completamente al mundo y a las cosas por un momento."  (Arthur Schopenhauer)  

“La creatividad: la llave de la humanidad para la Humanidad?” (y.l.)

 

 MI INCOHERENCIA - "EL TORPEDO DEL SUBMARINO SUMERGIDO"

Cuando tenemos dos ideas, dos actitudes, dos sentimientos en consonancia, o éstos de acuerdo a nuestro sistema de creencias,  nos sentimos tranquilos, a gusto, en calma. Nuestro “yo” va para el mismo lado: el carro y los caballos.No entramos en debates internos porque estamos en consonancia. Nuestro “yo” actúa orquestadamente, y no hay ninguna trompeta sonando a destiempo.

 

Imaginaos en el dilema “¿debo comerme un bocadillo de panceta todas las mañanas y luego enfadarme si tengo el colesterol alto?.Si esto nos produjera tal desazón, tendríamos tres opciones:

1) dejar de comerlo y pasarme a otro tipo de desayuno 2) comérmelo y aceptar que mi colesterol seguirá como está (probablemente) 3) seguir poniéndome como el “quico”, mientras me quejo.

En cualquier caso, las dos primeras opciones van en la misma dirección: cambiamos algo (nuestra conducta en el primer caso, y  nuestro pensamiento en el segundo). En la tercera: no cambiamos nada pero algo nos dice que es poco efectivo.

Bien, nosotros funcionamos así todo el tiempo sin darnos cuenta la mayoría de las veces. Es lo que León Festinger llamó allá en los años 50  la disonancia cognitiva. Esta teoría viene a decir que  cuando existen dos ideas, dos actitudes contrarias o incoherentes entre ellas o con nuestro sistema de creencias, nos produce tal inquietud, que tendemos a hacer lo que sea para eliminarla. Para ello haremos determinados cambios para reducir esa inquietud. Porque esta lucha de pensar y hacer otra cosa, nos produce malestar.

A esto le llamo yo: "el torpedo del submarino sumergido” (sabreis perdonarme), porque es como una especie de submarino silencioso que por lo bajini nos lanza torpedos directos a nuestra calma (¡boom¡) y nos hace sentirnos como en un  corte de digestión emocional. Nos toca de lleno y nos pone a votar interiormente. Se nos enciende la luz roja: “¡tocados, tocados, nos hundimos¡”

¿qué hacemos ante semejante situación desastrosa? Nuestro inconsciente empieza a trabajar a toda máquina. Y empezamos a intentar reducir esa disonancia para sentirnos en coherencia. Es decir, a veces argumentamos lo inargumentable, justificamos lo injustificable, donde ayer decíamos blanco resulta que ahora es negro, y donde ayer pisábamos las amapolas, hoy nos echamos sobre ellas tan ricamente. Esto lo hacemos con los políticos, con nuestros hijos cuando se portan fatal, con nuestras parejas, con nuestras relaciones sociales, en el trabajo, con el vecino, con los conocidos, con nuestra vida, con lo que tenemos y en cómo hacemos las cosas.

Aparte de ahorrarnos en disgustos con nosotros mismos por incoherentes, nos caemos mucho mejor. Nadie suele admitir que vota a un sinvergüenza, que su vástago se comporta como la niña del exorcista, que vive al lado de un extraño, que no aguanta a su mejor amigo, que odia su forma de vida, que le gusta esa persona tan impopular, que odia  su trabajo...Todos nos justificamos, todos nos escudamos detrás de muros de mantequilla para no sufrir el ataque del submarino con torpedo …es la Teoría de la disonancia cognitiva.

Volviendo al tema de la felicidad, la disonancia es un obstáculo para nuestra felicidad. Un obstáculo que llega para quedarse si la dejamos. Pero podemos hacer como en los dos primeros casos del bocadillo: actuar como pensamos, pensar como actuamos, investigando, descubriendo lo que hacemos o por qué lo hacemos, aunque no nos guste los resultados que vamos a obtener. Pero, al mismo tiempo esto nos conciliará con nuestro “yo”, porque  nos hace partir de la realidad. Nos responsabiliza de nuestros pensamientos y actos. Y a partir de ahí, nosotros decidimos lo que queremos cambiar, si lo queremos, o sin embargo, aceptando lo que somos y lo que hacemos, decidimos dejarlo como está. Eso es parte del fluir de nosotros mismos, de adentrarnos en nuestra fuente misma del ser, en presentarnos a nosotros mismos desnudos, tal cual llegamos, con coherencia, con honestidad y humildad, y sobre todo, con gran esperanza para ser lo que nosotros decidamos ser. A partir de ese adentramiento en nosotros mismos, volveremos a la calma.

 El principio será duro ya que todo tiene un coste; salir de nuestra zona de confort es un esfuerzo importante, abandonar nuestra zona segura. Pero probablemente saldremos sin duda más reforzados, más plenos y con más ganas de ser nosotros de la forma que queramos. Quizás no cambiemos nada, pero seremos nosotros quienes, tras bucear en nuestro fluir, decidamos que no queremos cambiar nada.

 Si quieres leer  a Festinger, L. (1957) y su teoría:  A theory of cognitive dissonance, Stanford, CA: Stanford University Press

  “Actúa como piensas o acabarás pensando como actúas” (Pascal)

"Preferimos calificar de falsos o irreales los hechos innegables que contradicen nuestra explicación, antes que acomodar nuestra explicación a los hechos" (Paul Watzlawick) 

 

LA FELICIDAD MADURA

 

 

Me gustaría compartir con vosotros unas reflexiones en voz alta que una de las personas entrañables que conozco, desde su madurez, me hace llegar. El motivo de hacerlo es romper tópicos sobre la felicidad, asumida como propia de la juventud y cada vez más ajena conforme se nos acerca la senectud.

En estas palabras podéis descubrir pinceladas sobre lo que habéis podido leer en este blog.

 

“Me parece que en alguna ocasión te he dicho que yo no creo en la felicidad como estado vital permanente, al igual que tampoco creo en estados estructurales continuados de negatividad. Por el contrario sí creo que existen momentos felices y momentos amargos, pero todos ellos se suceden a lo largo de la vida alternativamente. Por eso no me gusta decir que soy feliz, sino que vivo una época de satisfacción muy positiva que se acerca a lo que debe ser la felicidad como concepto.

Ciertamente me encuentro en un momento de poder vivir la vida con positividad, reconociendo y verbalizando que soy afortunado ya que no tengo problemas laborales, ni económicos, ni emocionales, ni familiares, ni de salud, ni sociales. La vida no es perfecta, como tampoco lo soy yo ni quien me rodea, por tanto no puedo pedirle a la vida niveles de exigencia que yo mismo no doy. No es conformismo, sino realismo positivo.

 En el trabajo sí he experimentado un cambio sustancial, del que no me he dado cuenta hasta poco antes del verano y cuya sensación he ratificado en estas vacaciones, a base de reflexión y diálogo con mi mujer.

El cambio se ha producido sin propiciarlo yo, creo que por pura química anímica, si es correcto utilizar este término para definir algo que se ha producido en mi estado de ánimo, sin ser yo el protagonista consciente del cambio, ni haberlo propiciado.

Veo que estoy trabajado ya sólo sobre el corto y medio plazo, cuando yo he sido siempre una persona que ha trabajado mucho sobre el medio y largo plazo y he intentado que el corto no me bloqueara en exceso.

La razón la explico en el hecho de que sin darme cuenta, yo soy consciente de que mi vida profesional ha entrado ya en una fase de término, enfilándose hacia su ocaso, aunque todavía me quedan 5/6 años de vida profesional y eso me hace, inconscientemente hasta hace unos meses y conscientemente ahora, no planificar profesionalmente a largo plazo, porque no va a ser mi responsabilidad lo que pueda ocurrir y con mi trabajo actual, lo que debo garantizar es llegar a ese escenario futuro, con una organización sólida, solvente, rigurosa y saneada, para que sobre esa base, quien tenga que asumir la responsabilidad futura, lo haga sin condicionantes negativos, generados por una inadecuada gestión realizada por mí.

Lejos de lo que pudieras pensar, esa sensación no me hace sentir mal, ni pensar que se acaba algo con añoranza, sino al contrario, me ilusiona pensar que por primera vez en mi vida, estoy restando importancia al trabajo (relativamente), para aumentar mi interés por mí mismo y mi futuro vital. Es decir, al tiempo que siento el final de mi vida profesional, como un camino que se estrecha, se abre otro camino que se ensancha poco a poco y que se dirige hacia horizontes de sosiego personal, de tiempo para mí mismo, de paz interna y de disponibilidad de tiempo para vivir la vida.

Por mi condición de buscavidas indomable, por haber tenido 4 hijos y las obligaciones que ello genera y por haber sido una persona inquieta social y profesionalmente, he vivido una vida en la que apenas me he prestado tiempo a mí mismo y he volcado mi tiempo en otras obligaciones y escenarios en los que yo mismo he tenido escaso protagonismo, ya que he actuado como padre, como marido, como sindicalista, como directivo, como voluntario en la asociación que atiende a mi hijo, como hermano, como tío, como….. cualquier cosa menos como “yo íntimo”.

Ahora veo un horizonte más centrado en mí mismo, con más tiempo para mí, para hacer las cosas que me han gustado y no he tenido el tiempo suficiente para hacerlas: escribir, estudiar, viajar sin rumbo y sin destino en autobús por España durante un mes, para descubrir las sensaciones que se experimentan al dejarte llevar donde el destino quiera, sin planificar, que es lo que he hecho toda mi vida en el trabajo, en la familia, en mis estudios, etc. Etc. En resumen, veo la posibilidad de quitarme el corsé que he llevado gustosa y voluntariamente durante muchos años y ahora empiezo a intuir que a largo plazo, el corsé me estorba.

Bueno, ésta es una de las reflexiones que puedo hacerte.

La vida es de una atracción magnifica y yo empiezo a ver que tengo que levantar el pie del acelerador y caminar más despacio para ver el paisaje, porque tiene detalle bellísimos y sugestivos.

Lo curioso es que este planteamiento, lejos de hacerme sentir la sensación de mayor, o de viejo, o de inservible, por el contrario me ha generado unas expectativas de vida desconocidas para mí, ya que me abren la puerta de lo que durante años he pensado que me gustaría hacer y que me he silenciado a mí mismo para no generar expectativas con visos de frustración no deseables. Sin embargo ahora afloran como algo posible y eso me hace sentir un vitalismo fenomenal.

Bueno, si a estas sensaciones y a otras, se le llama ser feliz, pues ya ves que sí lo soy”…

Muchas gracias, Paco¡¡

"En el fondo de nosotros mismos siempre tenemos la misma edad" (Graham Green)

 

MIEDO A ENVEJECER

Todos tenemos miedo a algo. Uno de los miedos más comunes es el de "miedo a envejecer". Maribel nos habla sobre su miedo a envejecer:

 

"Miedo a envejecer. Este es uno de los miedos más comunes en el ser humano, sin distinción de sexo, y que cada uno afronta como mejor puede o como Dios le da a entender. En una sociedad en donde el aspecto y la apariencia son cada vez más valorados, el lucir alguna cana o arruga, el andar de una forma más pausada o demostrar la más leve pérdida de memoria parece que te coloca en el nivel de los “menos capaces”. Ante esta situación se hace lo imposible por ocultar esos signos que el paso del tiempo nos va dejando. Las marcas de cosmética hacen su agosto con la venta de cremas que prometen nos harán parecer más jóvenes, los tintes para el pelo le van a la zaga, qué difícil es ver hoy una señora con canas, de buenas a primeras nuestro país se ha convertido en un país de ancianas rubias y de caballeros con barba blanca pero hermosa cabellera morena o castaña y ni que decir tiene que la verdadera edad se oculta como si de una enfermedad contagiosa se tratara. Y esta situación aparece cada vez a una edad más temprana, cuantos ejecutivos y mujeres en plena actividad laboral se miran cada mañana en el espejo temiendo encontrar alguno de esos indicios del paso del tiempo. Tenemos que conseguir cambiar esta tendencia desde nuestra propia actitud, perder ese miedo que a veces nos hace perder oportunidades ¿qué importan unas canas si van bien peinadas? ¿qué más da una arruga si se luce una sonrisa?, la esperanza de vida se ha alargado considerablemente en los últimos años y su calidad ha mejorado de forma espectacular, no sólo por el avance de la medicina geriátrica sino por las numerosas ofertas culturales y sociales de todo tipo que se presentan para la tercera edad. Hay que perder ese miedo ancestral y aceptar de forma activa las posibilidades que cada época de nuestra vida nos va presentando. Es verdad que quizá el espejo nos devuelva una imagen no acorde con nuestra edad interior, nuestra mente se niega muchas veces a aceptar nuestra edad, pero hay que conseguir poner de acuerdo a ambas partes, hacer que la una acepte dignamente la condición física de la otra y que la otra no se deje engañar por la primera."

 

Muchas gracias, Maribel, por tu aportación¡¡¡

 "NO HAY EDAD PROPIA PARA LA VEJEZ. SE ES VIEJO CUANDO SE EMPIEZA A ACTUAR COMO VIEJO"

(George Clemenceau)

 

 ¿QUÉ ES LA RESILIENCIA? ESA FORTALEZA INVISIBLE 

¿Cuántas veces hemos oído esto de “resurgir de las cenizas”?

Si leemos algo en nuestros libros de Historia, podemos descubrir sucesos impactantes sobre pérdidas, sufrimiento, frustraciones, duelo, contratiempos … los periódicos están llenos de sucesos traumáticos o desgracias en poblaciones enteras o individuales…  si nos paramos a conocer a los que nos rodean nos pueden contar sus propias experiencias probablemente de toda índole.

Soy de la opinión que todos tenemos historias para dar y tomar porque el dolor emocional lo padecemos o padeceremos todos. Son como los dientes: nadie se queda sin que le salgan, nadie se libra de que se les caigan.

Me recuerda a la escena del brownie en “Notting Hill”: hay que pelear por quién se comerá el postre (todos tenemos argumentos para arrebatárselo al vecino de mesa): "ES EL DUELO DE LOS COMENSALES"¡¡¡

En fin, que el sufrimiento es tan protagonista de nuestras vidas como el sol que sale cada día sobre nuestras cabezas. Es así, y no hay más cáscaras.

Y ¿qué ocurre cuando eso nos pasa y nos sentimos como si fuéramos un mosquito sobre el que han arrojado un martillo de “venticatorce” toneladas? Que el ser humano se recoloca porque tiene esa capacidad de reinventarse, de volver a ser (unos más que otros): o el que era “antes de”, o a cambiar y adaptarse para seguir siendo “a pesar de”… es lo que llamamos RESILIENCIA.

Este término tuvo su origen en el campo de la física para definir cómo los materiales podían deformarse cuando se le aplicaba una tensión. Posteriormente este término se aplicó también al campo de la psicología para definir esa capacidad del hombre para volver a la normalidad cuando un suceso con dolor emocional “lo deformaba”.

A mí me gusta la definición de “Habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva” (ICCB, Institute on Child Resilience and Family) (1994) porque no sólo se sobrevive a algo que antes no estaba y que hace “pupa”, y que viene a complicarnos la existencia, sino que existe esa capacidad constructiva por parte del individuo para adaptarse a lo que hay y que antes no estaba de forma positiva y adaptativa, y seguir creciendo dándole sentido a esa experiencia. Eso es una tarea maravillosa de creer en uno mismo y de RESPONSABILIDAD.

En el caso de poblaciones, el individuo además cree en el otro, porque a partir de compartir con los demás esa experiencia, se construye con y a partir del otro; validas tu propia experiencia pero también  la del otro. Una población sufridora, víctima, no puedo ser resiliente si no construye, si no acepta y respeta, si no comparte la experiencia del otro individuo y si no cree en sí mismo. 

Algunos expertos (el más relevante en el estudio de la resiliencia es el psiquiatra Boris Cyrulnik- un ejemplo en sí mismo)  hablan de factores de personalidad que posibilitan la resiliencia, de estrategias y mecanismos que participan.

Lo que es cierto es que, de una forma natural la persona que está viviendo una experiencia emocional dolorosa, desarrolla y utiliza estrategias o herramientas para sobrevivir y conseguir el bienestar emocional. Algo que le saque de esa situación que le aprisiona y le “deforma”. La homeostasis emocional.

El resiliente utiliza entre otras cosas la responsabilidad, la actitud positiva, el compromiso, la creatividad, la superación, la confianza, la evaluación de la situación, del suceso y de las expectativas de éxito.

Esto que nos puede parecer tan lejano, es parte de cada uno de nosotros en nuestra cotidianeidad . Saltamos con frecuencia pequeñas vallas que la vida nos va poniendo en el trabajo, en la faceta sentimental, en la familia, en nuestra vecindad, en la salud, en nuestras expectativas, en nuestro proyecto vital ... de alguna manera, en algún momento de nuestra existencia nos vamos a comportar como resilientes, ya porque no tengamos más remedio, ya porque la vida nos ha enseñado a hacerlo, o porque sintamos la necesidad u obligación de sumergirnos en el bienestar emocional.

Felicidades por tener esa capacidad de superación¡¡.

 "Un optimista ve una oportunidad en cada problema
y un pesimista ve un problema en cada oportunidad" (Winston Churchill)

Bibliografía de Boris Cyrulnik (castellano):

·         Los patitos feos, Ed. Gedisa, ISBN 978-84-9784-926-1

·         El encantamiento del mundo, Ed. Gedisa, ISBN 978-84-9784-927-8

·         El murmullo de los fantasmas, Ed. Gedisa, ISBN 978-84-9784-987-2

·         Del gesto a la palabra, Ed. Gedisa, ISBN 978-84-9784-043-9

·         El amor que nos cura, Ed. Gedisa, ISBN 978-84-9784-o85-9

·         Bajo el signo del vínculo, Ed. Gedisa, ISBN 978-84-9784-042-2

·         De cuerpo y alma, Ed. Gedisa, 2007 ISBN 978-84-9784-189-4

·         Autobiografía de un espantapájaros, Ed. Gedisa, 2009 ISBN 978-84-9784-352-2.

·         Me acuerdo, Ed. Gedisa, 2010 ISBN 978-84 9784-527-4

 

 ¿Me Cuido o me Dejo Curar? (por www.babog.org)

21 Jul, 2010

por Raquel.

"Nuestros Cuerpos son Máquinas Perfectas

Igual damos a luz, que nos adaptamos a los cambios, que enfermamos y sanamos. El cuerpo enferma para hacerse más fuerte, más inmune al pasar la enfermedad. Pero desde que la Medicina moderna, o la Medicina tal y como la conocemos ahora, ha tomado cartas en el asunto y protagonismo absoluto, la alta tecnología y los químicos, ya sean medicinas, vacunas, etc., han sustituido esa capacidad del cuerpo de sanar por sí mismo. O de dar a luz por sí mismo...." (visita www.babog.org)

   

“DISCULPE QUE NO LE ATIENDA…ESTOY RIÉNDOME”

Juraría que hoy he visto reírse a mi perro… en realidad creo que lo hace con frecuencia. Y cuando lo hace, me pongo en sintonía con él y nos reímos juntos. A lo mejor está pensando “¿de qué se ríe ahora?” mientras yo me pregunto: “¿de qué se ríe éste? ¿no será de mí?“ .

…probablemente ....¿por qué no? de hecho, se ha descubierto que algunos animales como los primates pueden reírse y compartir su risa con el resto del grupo.

 

La risa es una de las herramientas más sanas dentro de nuestra evolución para aliviar el enfado, la ira, el estrés y las preocupaciones. Es un ejercicio que nos pone en marcha desencadenando respuestas físicas, conductuales y emocionales de alto poder terapéutico. Es como la válvula de escape de nuestra olla a presión: ríes, y se escapan por cada carcajada todos nuestros malos rollos. Me gusta imaginármelo como mariposas y pétalos saliendo por mi boca y flotando hasta el cielo; pura magia: lo negro sale transformándose en color, etéreos, cantarines…

Haz la prueba: mira una película que desate tus carcajadas antes de irte a dormir, y probablemente, esa noche tengas felices sueños. A mí me ocurre.

La risa es una bonita forma de compartir experiencias, anécdotas, sentimientos con el otro - nos sociabiliza, empatizamos con el que reímos, contagiamos alegría y bienestar, participamos en la mente colectiva. Pero también nos salva de caer en pozos obscuros  porque mientras reímos, no podemos ocuparnos de pensar en nuestros problemas: nuestra mente está centrada en la actividad de reír. Y si la risa es sincera, todo nuestro cuerpo ríe: nuestros ojos, nuestros brazos, nuestro abdomen… sincronizamos movimientos desde nuestra cabeza hasta la punta del dedo gordo del pie; dejamos fluir esa emoción positiva que nos invade, secretamos endorfinas a toda mecha, relajamos unos músculos y ejercitamos otros, bajan unos indicadores (colesterol, leptina), y suben otros (serotonina, dopamina, grelina) al igual que si estuviéramos paseando o echándonos unos bailes. ¿Quién no se ha cogido agujetas de reírse alguna vez?

La risa es una forma de ser mucho más felices y de facilitar nuestro bienestar emocional y el de otros. A las personas, también nos gusta estar rodeados de gente que nos hace sentir bien, que nos alegra el entorno, que nos nutre con energía positiva, que nos saca la sonrisa.

Afortunadamente la vida nos lo pone en bandeja porque no está reñida con todos los obstáculos de la vida. Se puede reír y tener la mochila cargada de piedras. Pero si ríes, probablemente, no te parezcan tan pesadas o ni siquiera te des cuenta de que las llevas. No te pierdas ni una oportunidad de reír. Los niños, que son muy sabios, ríen muchas más veces que un adulto.

Y con vuestro permiso, voy a ver qué me cuenta mi perro; presumo que es bastante gracioso…

 “El día peor empleado es aquél en que no se ha reído” (Chamfort)

 

LA CULPA: ESA PIEDRA EN EL ZAPATO

Durante mi etapa universitaria, cayó en mis manos un artículo sobre algo que me interesó muchísimo y que al día de hoy lo sigue haciendo: la CULPA. Me recordó a la anécdota que me relató una amiga: un médico en Angola empezó a estudiar las propiedades de la  leche materna con intención de emplear solamente un año; después de 10 años, este señor sigue estudiándola apasionadamente y sobre todo ¡redescubriéndola!. Pues la culpa poco se parece a la leche materna, pero es una emoción en la que podríamos, como ese médico, emplear mucho tiempo en estudiarla; siempre te va a conducir a algo nuevo, soterrado y apasionante, supongo por todo lo que desencadena, todo lo que implica y el “desaguisado” que a veces nos prepara en nuestras vidas.

Mi idea de la culpa es como un iceberg, del que sólo vemos la punta, (debajo hay mucho más) o el de la zanahoria, de la que sólo vemos las hojas, pero debajo de la tierra está “lo comestible”. Así la imagino.

Podemos ahondar en ella si queremos, o simplemente, dejarla como está si no nos molesta (algunos autores como el psiquiatra Pau Pérez Sales la denomina a esta última “la culpa encapsulada”). En sus palabras: "Una culpa que no nos contamina"; que ha quedado "controlada" con diferentes mecanismos de afrontamiento.

La culpa ha sido abordada a lo largo de la Historia  desde varios enfoques y teorías, a veces complementarios. La escuela tradicional habla de una diferencia interesante: La culpa no es lo mismo que la vergüenza. Según Tangney y Fischer, la vergüenza y la culpa comparten su connotaciones negativas en las que nuestro autoconcepto se ve “dañado” ya que toca emociones morales. Estos autores diferencian la vergüenza de la culpa en que la primera se centra en el YO (yo hice …) y la culpa en el HICE (yo hice …).La culpa es una aceptación, un reconocimiento. La vergüenza tiene algo de autoflagelación y de autocastigo emocional

La vergüenza puede ser más hiriente para nosotros porque nos hace “autofustigamos” de lo tontos que somos, de lo ignorantes que fuimos, de lo engañados que estábamos: del YO, YO. Nos colocamos losas en nuestro Yo; cargas, atribuciones que son pesadas  y difíciles de mover. Cuando somos algo, lo somos, y puede ser difícil cambiarlo; la vergüenza nos hiere en lo profundo de nosotros mismos y en nuestra esencia: en lo que nos creemos que somos.

La culpa, sin embargo es algo más temporal, más circunstancial ya que viene condicionada por algo acotado en el espacio, en el tiempo, en un lugar, y en un hecho. HICIMOS algo que nos remueve, pero puede que mañana no lo volvamos a hacer porque podemos decidir no hacerlo o evitar hacerlo. Esa culpa podemos atribuirla a factores externos (Yo soy culpable de mojarme mi camisa nueva, pero es que está lloviendo) o a factores internos (Yo soy culpable de mojarme, está lloviendo, y no se me ha ocurrido coger un paraguas). Es lo que llamaríamos locus de control externo, o locus de control interno. Y es ahí donde la culpa puede ser una culpa de “polyspan” (ligerita) o una culpa de acero toledano (pesada pesadísima). El hecho de atribuir la culpa a algo que se nos escapa de nuestro control (locus externo), podemos trabajarlo para ver que no podíamos hacer nada, o sin embargo, atribuirnos la culpa de todo (locus interno). En el caso de la CULPA, es importante analizar si trabajamos bajo condiciones de locus externo o interno.

Según Lewis, la culpa es parte de la vergüenza. La culpa tendría un sentido autorregulador y la vergüenza algo que surge de la comparación interpersonal. La vergüenza abarcaría a la culpa. Por otro lado, la Teoría de la Equidad (psicología constructivista) y la Teoría de Disonancia cognitiva de  Leon Festinger (psicología cognitiva) vienen a decir que la culpa depende de la consonancia entre a) nuestro autoconcepto (el concepto que tenemos de nosotros mismos) y b) nuestras creencias/valores (Tª Disonancia) o de nuestros Guiones Personales (nuestro guión de vida. Tª Equidad).

Pero, ¿De qué depende sobre todo el sentir culpa? Básicamente de nuestro autoconcepto, de nuestros paradigmas creados o heredados, de las atribuciones externas e internas que hagamos y de nuestra autoestima. La culpa tiene tantos trajes, tantas caras y tantos sabores que contestar a estas preguntas es un trabajo de doctorado.

Bajándolo a nuestro terreno, la compararía con los platos de cocina: lleva varios ingredientes, según la cocinera, según la temporada, según el país, según la cultura, según del material que tengamos en la despensa, según nuestro tiempo disponible, según nuestros comensales... ¿seguimos?

Al día de hoy, la culpa me parece algo fascinante: por un lado, su carácter autorregulador que nos impide realizar ciertas conductas y por otro, su poder devastador en nuestro  autoconcepto. Esto es muy evidente en personas que no sienten jamás la culpa y por lo tanto, el remordimiento o el arrepentimiento no entra en su vocabulario. Esto sin duda, les condiciona su forma de actuar y de pensar. Por el contrario, también es relevante lo que ocurre en aquellas personas que se sienten culpables de una forma profunda (acero toledano), la cual puede materializarse a través de la depresión, de la angustia, de la confesión, de la humillación, del autocastigo, de la agresividad o de la irratibilidad. 

Mi pregunta sigue vigente ¿es necesaria alguna dosis de culpa y la vergüenza? ¿es posible evitarlas? ¿debo evitarlas?

Por mi parte, sigo indagando y profundizando en mi culpa, y en mi vergüenza cuando las siento. Desde luego, no me gusta sentirme culpable: me desgasta e incomoda y deteriora a veces la imagen que tengo de mí. Pero, en mi camino de la felicidad, las analizo e investigo en su posible origen cuando no las puedo evitar.

Intento cambiar el concepto de culpa por el de responsabilidad dejando un espacio abierto para la “no-responsabilidad”(no siempre somos responsables de lo que ocurre o si lo somos, quizás no sea tan importante PARA NOSOTROS, o yo decido lo importante que es y el porqué). Pero, si me siento responsable, evito caer en el autocastigo y me centro en aliviar las consecuencias. Trabajo para evitar en ocasiones futuras consecuencias que yo crea que no deben producirse. Y si veo que no se pueden evitar y que se volverán a producir, trabajo en disolver la culpa. Trabajo en la intencionalidad de mis actos. Para mí, el verdadero valor de los actos conscientes es la intencionalidad del autor. Miro hacia atrás buscando creencias irracionales heredadas o construídas, inflexibles; busco el  cómo me siento, el qué busco en los demás, en cómo y cuánto valoro lo que piensen los demás de mí, indago en mí: cómo me veo, cómo quiero ser y cómo me han enseñado lo que “debería ser”. Es un volver a mirar dentro de ti y descubrirte. Es buscar tu esencia.

“Los sentimientos de culpa son muy repetitivos, se repiten tanto en la mente humana que llega un punto en que te aburres de ellos” (Arthur Miller)

  

 

El buen amigo Deporte

 

Cuando pensamos en los beneficios del deporte, a menudo pensamos en bajar de peso o en la salud física. Recompensas físicas inmediatas y tangibles. Pero, ¿conocemos otro tipo de beneficios psicológicos? ¿qué le pasa a nuestra mente cuando hacemos deporte?

Hacer deporte implica mucho más que ejercitar ese conjunto de huesos, músculos y vasos…significa además, limpiar y renovar tu mente y espíritu.

Hacer deporte, para empezar, nos coloca en una actitud de compromiso con nosotros mismos; abordar una empresa que en algún momento  nos va a demandar cierto esfuerzo físico y/o mental. Quizás nos va a requerir madrugar, pasar cierto frío o calor, acudirá la fatiga, nos gustaría perdernos en el sofá, nos podemos mojar, aparecerá alguna ampolla en las manos o en el pie, enfrentarnos a alguna caída con su consiguiente contusión …

También ese compromiso tácito con nuestro “yo cómodo” y en algunos casos, alejados de nuestra “zona de seguridad”;

A nivel cognitivo y emocional en algunas ocasiones, conlleva un despegue de  aquellos pensamientos y emociones con los que hemos cargado la mochila - nuestras experiencias diarias; efectivamente, el hacer deporte puede significar que durante cierto rato podamos acoger irremediablemente nuestras experiencias y tomar conciencia de cuánto pesan; de lo poco ligeras que nos acompañan. Sin embargo, poco a poco podríamos aparcar a un lado del camino cada piedra hasta sumergirnos en la completa amnesia también emocional y dedicarnos exclusivamente a la práctica de nuestro deporte; facilitarnos ese abandono gradual del lastre. Y sin darnos cuenta, la mochila quedar vacía en su totalidad sin saber tan siquiera en qué lugar del camino la hemos abandonado.

¿Por qué ocurre esto? Porque mientras practico mi deporte, no necesito evocar todos esos pensamientos tóxicos que martillean mi cabeza; al revés: aguardan a que termine,  sentaditos en mi banco mental. En ocasiones se aburren y se marchan definitivamente. El no hacerlo, nos impediría nefastamente la práctica de cualquier actividad que no fuera la de rumiar y rumiar nuestros pensamientos - algunos de ellos incapacitantes o incompatibles con lo que estamos haciendo en esos momentos.

Curiosamente, esta desconexión mental y emocional es innata en el ser humano. Desde pequeños podemos hacerlo de forma natural.

Si de forma intuitiva acude a nosotros este descanso interior con la práctica del deporte, no ocurre lo mismo en  otro tipo de actividades, como la del sueño, donde a veces tenemos que pedir ayuda farmacológica. Es como si el cuerpo humano estuviera preparado de forma innata a desconectar mentalmente para poder dedicarse en cuerpo y alma al esfuerzo y disfrute de la práctica del deporte.

Esta desconexión involuntaria es además, parte del placer que otorga el practicar cualquier deporte y que además viene acompañada de procesos bioquímicos en nuestro cuerpo. Estos procesos son muy favorables en la producción y mantenimiento de la sensación de placer y felicidad y pueden incluso prolongarse en el tiempo una vez hemos lo hayamos finalizado.

Ahora está muy de moda el uso del término “Flow” acuñado por el psicólogo Mihalyi Csikszentmihalyi: no es sino el estado de  abstracción  durante la práctica de cualquier actividad placentera (cualquier hobby, deporte o actividad).

Durante esta concentración en la que nos sumergimos, el tiempo pasa desapercibido.  Y este estado nos produce bienestar ya que nuestro organismo desconecta todos los procesos de “crispación o estrés” (invasivos o evocados, da igual) pasando al de disfrute y paz. Nuestro “yo” pasa a estar inmerso en lo que estamos haciendo de forma plena y comprometida. 

Es decir, el deporte puede ser, sin ninguna duda,  un estado de Flow natural.

Además,  uno de nuestros objetivos puede ser que nuestro cerebro pueda manejar la actividad deportiva de forma casi automática (si no nos encontramos en una fase inicial de aprendizaje de ejecución o no representa una novedad de ejecución). Puede que mientras, nos devenga algún pensamiento, le dejemos marchar tal cual se presenta y volvamos a centrarnos en nuestro deporte. Este devenir o paseo de pensamiento, en el que no nos resistimos pero tampoco quedamos atrapados, es algo similar a la actitud mental en las meditaciones formales: no evitamos el pensamiento, no le cerramos las puertas, sino que una vez que entra, le damos paso dándole la posibilidad de volver a salir.

Es una suerte este mecanismo cognitivo de Mindfulness y de Flow. Sin habernos entrenado en ninguna técnica el cuerpo conoce cómo sumergirse en algunas de ellas sin más aspavientos.El deporte ha hecho muy bien su trabajo y nos ha desactivado: hemos comenzado a adaptar la actividad autónoma cerebral y a respirar al verdadero ritmo que necesitamos: ni más lento, ni más rápido. Nuestro cerebro trabaja en los mecanismos de producción/liberación de serotonina, noradrenalina, dopamina, y otros neurotransmisores y hormonas.

Como consecuencia de este torrente adaptado a este preciso instante, todo va mejor a corto y largo plazo: presión sanguínea, azúcar en sangre, sistema inmunológico, liberación regulada de hormonas, respiración diafragmática, estado de ánimo.

Mirando retrospectivamente a la actividad del deporte, podríamos sentirnos felices y considerar, además, que hemos sorteado la rumiación del pensamiento que traíamos sintiéndonos ahora más libres. El deporte ha hecho de “cortafuegos” de nuestras desgracias y preocupaciones y nosotros hemos participado en ello por medio del compromiso inicial del que hablábamos.

Sin habernos dado cuenta, hemos puesto a trabajar nuestro sistema cerebral para adecuar los otros sistemas a un estado de adaptación productivo, donde el bienestar psíquico es uno de los primeros y principales efectos de recompensa.

Cuando hacemos deporte, además, nos realizamos de alguna manera. Trabajamos, sin darnos cuenta  en una construcción de nuestra identidad basada en el logro (aprendemos a esquiar y cada día lo hacemos mejor. ¡qué fantásticos somos¡), en el avance y desarrollo de nuestras destrezas (con la práctica lo vamos haciendo mucho mejor), en la motivación (nosotros decidimos qué deporte hacemos y lo hacemos porque queremos), nos socializamos (con nuestro monitor, compañeros, entrenador, mascotas) y nos descubrimos como seres que somos capaces de mejorar y superarnos si nos lo proponemos (responsabilidad, compromiso y motivación). Este logro participa, también, en la producción y liberación de los neurotransmisores “ayudantes de la felicidad” antes mencionados. El sentirse a gusto, provoca procesos que nos hacen sentirnos más felices. Todo esto libre de presiones, de intercambios obligados, de chantajes vitales. El deporte es algo que nos recuerda que somos seres estupendos que podemos llegar a disfrutar haciendo algo que nos cueste o que tengamos que aprender. Sobre esto último apuntar que en el deporte se refuerzan y evidencian los valores y las normas sociales, aspectos morales y éticos, haciéndonos tomar conciencia de la importancia de la instrumentalización del deporte para llegar a ellos. El deporte nos acerca a la conciencia de utilidad en nuestro grupo y en nuestra sociedad. Y nos coloca en una actitud favorable de sentirnos en paz con el mundo y con nosotros mismos. Firmamos un contrato psicológico con nosotros, con el medio, y con el mundo.

No quisiera olvidar mencionar que el deporte nos hace volver a nuestra etapa de niños. Donde podemos caernos, tropezar, no saber, cansarnos hasta la extenuación, reírnos, sin que haya una consecuencia negativa. Podemos elegir si queremos estar solos o acompañados. El ser nosotros mismos es lícito (siempre y cuando no hagamos daño ni a nosotros ni a los demás) y nos acerca a la más pura libertad que tan sólo se disfruta en la infancia. El ridículo está permitido porque no existe. Las elecciones para realizarlo son varias: tú eliges el tipo de deporte, en lugar, con quién, cuándo, cómo, qué vestimenta…  

En la decisión de tu elección, puede participar el pensamiento divergente o creativo donde la elaboración de alternativas se ponen en marcha por ti. El resultado o elección de dichas alternativas también son responsabilidad tuya. Todo el proceso viene liderado por ti.

No es una receta donde eligiendo el plato debes seguir unos pasos. En la elección del deporte, de una forma inconsciente o consciente, pones en marcha múltiples alternativas cuya elección siempre va a venir de la mano de tu criterio.

Esto, además de aumentar el compromiso personal con él y promover tu responsabilidad, favorece tu empoderamiento, tu autoestima y tu autoconcepto al ser el autor de su elección y de todo el proceso de realizarlo. Y el gozar de un buen autoconcepto, es garantía de la felicidad. De otra forma, el valorarse negativamente, lo empobrecería - algo muy característico en la gente depresiva. Una vez más, el deporte nos aporta algo positivo: nos libera o dificulta las probabilidades de caer en estados de desesperanza o negativos para el bienestar psicológico, a querernos un poquito más. Y cuando nos queremos, somos felices y vemos la vida de otra manera.

Hay que tener en cuenta que si el deporte se realiza en la naturaleza, los beneficios se multiplican: nos sumergimos en nuestro entorno. Desarrollamos otros sentidos que a veces los tenemos relegados al “anquilosamiento”: aprendemos a escuchar, a oir, a oler, a observar, a esperar, a respetar el entorno. Algo muy parecido a la “plena consciencia” de la que ya hemos hablado. Todo lo que te rodea cobra importancia porque es el medio en el que te estás desarrollando y de una forma además,  consciente y plena. 

El deporte se diluye en sus bosques, en su fauna, en sus olores y colores, en sus gentes.

 

“El verdadero descubrimiento no consiste en buscar nuevos lugares ni en descubrir nuevas tierras, sino mirar con nuevos ojos” (Marcel Proust)

 

 

 

EXPLORAR SOBRE EL AMOR

El explorar sobre el amor, siempre me ha parecido inquietante y excitante, ya que el amor es una forma de relacionarse con el otro a partir de uno  mismo, y como tal, participa todo lo inimaginable: todos los contenidos vitales propios junto con los de la persona objeto del amor.
Involucramos nuestro estilo de apego, nuestra biografía, nuestras expectativas, nuestras creencias,  nuestros valores,  nuestras experiencias de amistad, nuestro sistema de cuidados (cuidar y ser cuidado), nuestra época, nuestra cultura, nuestra educación, y como consecuencia de esto, nuestras ambivalencias, nuestros miedos, nuestras seguridades, nuestras necesidades, nuestras ganas de implicarnos…

La teoría del apego (Bolwy) es fascinante. Describe cómo el bebé se vincula afectivamente a su cuidador/a y a algunas pocas personas más, con el fin de establecer un espacio seguro a partir del cual  poder/ saber explorar el  mundo de ahí afuera, y a poder relacionarse con él. Este vínculo afectivo va a determinar un estilo de apego que le va a acompañar toda su biografía, y en el caso que nos ocupa, en la forma de relacionarnos a través del amor.

A través de investigaciones ((Main y Goldwyn, 1.998) definieron 4 tipos de apego claramente diferenciados en bebés. Estos estilos, adaptados al amor adulto, Félix López en su libro "Amores y Desamores" son integrados en una taxonomía donde existen 3 estilos de amar:

AMOR SEGURO : pertenece a esas personas que han construido un apego seguro, que les proporciona confianza para relacionarse, y participar del amor. Esta actitud les facilita una protección frente a fracasos amorosos, pero también un mejor disfrute del amor, y desde luego, de mayores probabilidades de vivir relaciones amorosas satisfactorias.

Como consecuencia de su seguridad, despliegan de una forma más sana el juego de la seducción, respetando adecuadamente los sentimientos propios y ajenos, y están más protegidos frente a las consecuencias de fracasos amorosos (desde mi punto de vista, no hay fracasos amorosos, sino experiencias inmediatas, a medio plazo, o a largo plazo. No son fracasos, sino relaciones “intentadas o vividas”).

Son personas que se perciben completas, valiosas, y por lo tanto, ajenas a las manipulaciones a través del amor. También más exentas o protegidas de conflictos amorosos.

Disfrutan más tanto de las relaciones sexuales ocasionales, como del resto de tipo de relaciones amorosas y les es más fácil relacionarse y establecer vínculos afectivos o vivir experiencias íntimas con otras personas. También más respetuosas con la otra parte en sus necesidades, en el establecimiento de compromisos, mejores cuidadores y mejores receptores de los cuidados, y cuando rompen vínculos, lo hacen de una forma más respetuosa con los sentimientos de la otra parte.

En definitiva, lo que la mayoría de las personas buscamos en el otro, y lo que nos gustaría percibir de nosotros mismos: mayor seguridad, mayor bienestar, mayor tranquilidad, mejor experiencia del amor.

AMOR ANSIOSO/MIEDOSO : Es un tipo de amor en el que la persona vive intensamente su amor, pero también sus fracasos. Es como una montaña rusa.
Este tipo de amor es un amor no confiado, donde la persona que lo experimenta no se siente tan segura ni tan valiosa, por lo que requiere de una constante muestra de que la otra parte le quiere. Se siente muy vulnerable frente al otro, por lo que necesita que le transmita seguridad constantemente, haciéndole que se puede sentir pleno en su afecto, y al día siguiente, una inseguridad de no estar a la altura de merecer el amor.

Se muestran más ansiosas y tienden a reaccionar de una forma de “profecía autocumplida” (“cuando me conozca, dejará de quererme”, “esto no va a salir bien” “no me quiere”) de tal manera que sus miedos les orientan hacia ese fracaso o a vivir en un amor desgraciado, con sentimientos ambivalentes de satisfacción o de completo fracaso.

Necesitan de muestras de afecto constantemente, y de sentirse queridas, por lo que suelen agarrarse a “clavos ardiendo” por miedo a estar solas. Por lo tanto, tienden a estar siempre emparejadas, a involucrarse fácilmente en juegos de seducción y disfrutarlos muchísimo, pero también a  mantener relaciones no satisfactorias. Su razón de vida es sentirse vinculadas a alguien de forma amorosa constantemente por lo que las probabilidades de emparejarse a relaciones no satisfactorias es alto. Son personas que dan la sensación de no saber vivir solas o sin estar vinculadas afectivamente a alguien. Rompen una relación y enseguida establecen otra.

AMOR EVITATIVO : es un estilo de amor que lo sostienen personas que pueden parecer a primera vista seguras. Detrás de esa seguridad se esconden personas con miedo al compromiso, por lo que ante situaciones de cierto coste les hace huir y terminar relaciones.

Evitan mostrar debilidad o implicaciones excesivas y ante cualquier dificultad, su huida viene justificada por un “no merece la pena” o “estoy mejor sola”.

Si mantienen alguna relación amorosa, tras ese aspecto disfrazado de seguridad, se esconde una emoción sin demasiados matices positivos o negativos,  con estrategias de  negación o evitación, intentando  mantener el control del afecto, huyendo de cualquier dificultad o contratiempo,  o terminando aquella relación que le suponga algún tipo de conflictos.

Puede ser indicativo de miedos, de falta de seguridad que viene reflejado en ansiedad soterrada, poca valoración del amor con el otro, y de preferir la distancia a la intimidad.

Afortunadamente, los binomios de estilos de amores entre estos tres marcan amplias posibilidades de éxito, con lo cual, alguien con estilo ansioso que encuentre a alguien con estilo de amor seguro, puede facilitar el establecimiento del vínculo de amor. Por otro lado, estos estilos se desarrollan en un “continuo” de tal manera que generalmente no se  es 100% evitativo, o 100% ansioso, aumentando las probabilidades de sentirse amado como uno necesita; no es una tarea imposible.

Por otro lado, somos animales sociales, necesitados de afecto y tendentes a establecer relaciones amorosas, por lo que siempre estaremos dispuestos a encontrar un amor que nos satisfaga. También tendemos a la adaptación (aunque a veces nos sea muy difícil) a través del aprendizaje de nuestras experiencias y a vivir una vida de la mejor forma posible. Esto hace que siempre podamos encontrar esperanzas en el amor.


 


“El estilo de apego no es una condena; es un sistema que tiende a hacer pensar, sentir y comportarse de una manera u otra…una enorme capacidad que le permite amar y ser amado, especialmente si reconoce sus carencias y busca ayuda en los demás” (Felix López Sánchez. “Amores y Desamores”)

  

Bowlby, j. ( 1998). El apego y la pérdida 2: La separación. Barcelona: Paidós
López, Félix (2009). Amores y Desamores.Procesos de vinculación y Desvinculación sexuales afectivos. Madrid. Biblioteca Nueva

 

 

 

 (fotografías por freedigitalphotos.net)